En el cineclub
La Tirana Malas Artes (Santa Lucia 10, esquina San Vicente Ferrer 44: si acaso mirar Google) ponen hoy, por la patilla, "Arrebato" de Zulueta a las 20:30, y el próximo viernes, presentado por un servidor, la peli de arriba a la misma hora. Tiene gracia después de todo, ya que sigo siendo un ofensor de Rohmer; por ello, hago presentar mi futura presentación con este estupendo texto de un defensor, y acabamos con el asunto para quien cometa el pecado venial de no acudir:
"Eric Rohmer, recientemente fallecido a los 89 años, ha sido uno de los cineastas más importantes del SXX. Nunca consiguió un gran éxito de público, pero su obra es apreciada por una amplia minoría. Es habitual en las programaciones de todas las filmotecas del mundo y se han escrito muchos libros de crítica cinematográfica sobre de su cine.
Rohmer rodó
Mi noche con Maude a los 49 años. Su producción hasta ese momento era escasa, se reducía a dos largometrajes y unos pocos mediometrajes, todos sin mucho éxito. Sin embargo, lo que presenta es una obra de estilo depurado en la que se reconoce la mano de alguien que conoce perfectamente el oficio. Eso no es casual, desde joven, Rohmer se interesó por la literatura y el cine. Comenzó impartiendo Literatura como profesor en Liceo de Nancy, después escribió una novela. Más tarde se trasladó a París, donde comenzó primero a frecuentar los cineclubs y después, a tomar parte activa en ellos. Se relaciona con personajes del mundillo cinematográfico y funda revistas de crítica cinematográfica. Y a finales de los años cincuenta empieza a ser conocido por ser uno de los integrantes de la
Nouvelle Vague, un movimiento que nace como oposición al cine qualité, el predominante entonces, al que acusan de pretencioso y apartado de la realidad social. En un inicio, la nouvelle vague se expresa a través de la publicación
Cahiers du cinema, creada a principios de los cincuenta, desde la cual establecen los postulados teóricos que según ellos deben guiar la renovación. Entre esos críticos están Chabrol y Rivette. Posteriormente los críticos pasan a la acción dirigiendo sus propios filmes. Es la generación de Renais, Godard, Chabrol, Rivette y el propio Rohmer. El movimiento no es homogéneo, solo pretendían una renovación, pero a partir de ahí cada uno era responsable de crear su estilo, había libertad en ese aspecto. Rohmer fue destituido de Cahiers du Cinema en 1963 porque los editores le hicieron responsable de la mala salud financiera de la revista. Él ya estaba siguiendo su propio camino. Su producción teórica era ya muy vasta y solo le faltaba convertirse en un director consolidado, algo que logra, pocos años después, con
Mi noche con Maude.
El filme se inscribe en la serie de los cuentos morales, el tercero, aunque rodado con posterioridad al cuarto. Los filmes de la serie comparten una idea argumental común: en todas aparece una intriga amorosa en torno a tres personas, un hombre y una mujer desde un inicio y una tercera que llega después. El hombre entonces debe resolver el dilema eligiendo a una de ellas. La idea moral no está ligada exactamente a la decisión, sino al hecho de que la narración avanza a través de los sentimientos, pensamientos y reflexiones del protagonista. Los rasgos estilísticos que caracterizarían su obra están ya muy definidos en
Mi noche con Maude. Sencillez formal, diálogo como elemento conductor de la narración, ausencia de la música como elemento de énfasis, naturalidad de los actores.
En el prólogo de la edición escrita de
Los cuentos morales Rohmer hace toda una declaración de intenciones: hace cine con mentalidad de literato, es decir, mantiene el control absoluto de la obra. Los diferentes planos encajan de forma armónica. La fotografía, la luz, los paisajes, los diálogos, los sonidos, los escenarios (la ciudad en unos casos, la naturaleza en otros), y el azar como idea recurrente para determinar la vida de los personajes. Resulta asombroso que de tal artificio salga algo con tal apariencia de realidad, como si la cámara estuviese escondida y captase pedazos de vida.
El estudio de la conducta humana es uno de los ejes que vertebra el cine de Rohmer. Está especialmente interesado en mostrar la contradicción. En los cuentos morales se vale del recurso de la voz en off para resaltar las contradicciones entre los pensamientos de un personaje y su conducta. Posteriormente, al acabar con la serie de los cuentos morales, su estilo evolucionó y dejó de usar la voz en off por considerar que podía expresar esas contradicciones sin la ayuda de este recurso.
Mi noche con Maud se incía con el encuentro de dos viejos amigos. Tienen una conversación en la que muestran sus posiciones vitales, Jean-Luois, el personaje principal, es jansenista, en cambio, Vidal, su amigo, hedonista, libertino y marxista. Pese a lo que pueda parecer, no hay un intento de expresar un discurso político, solo está ubicando a los personajes. Anteriormente dijimos que la nouvelle vague había criticado falta de realismo social del cine qualité, sin embargo, no hay una pretensión de establecer un discurso político, antes al contrario, Rohmer siempre privilegió lo puramente cinematográfico. Al hablar de realismo social, se referían al entorno que les era propio y en el caso de la nouvelle vague es el de los pequeñoburgueses. Jean-Louis es un tipo religioso con un ideal de vida que parece muy definido. Es entonces cuando aparece Maude, amiga de Vidal, libertina, sensual y vitalista. Los tres se reúnen para cenar en casa de ella. Un larguísimo plano-secuencia muy teatral narra ese encuentro y es ahí, ante la atenta mirada de Vidal, donde de repente se deshace toda esa firmeza que Jean-Loise exhibía en el inicio del filme, cuando mantenía un discusión filosófica en torno a Pascal con su amigo. Son 40 minutos primorosos, llenos de sutilezas, miradas, evocaciones. Si algo preocupaba a Rohmer era evitar el lenguaje directo, pues le parecía que muchos diálogos eran innecesarios por redundantes. Por eso prefiere el lenguaje indirecto, por su capacidad para evocar muchas más cosas de las que se ven. Sus narraciones juegan con el tiempo narrativo y un claro ejemplo de ello es el final. No deseo matar la película, solo quiero resaltar el hecho de que a esa secuencia, de gran concisión narrativa, le basta con unas pocas palabras, unas miradas y un intercambio de planos para llenar un pasado y futuro que quedan fuera del relato.
Para acabar, me gustaría volver a la cuestión del azar. Este se da en ocasiones de forma absoluta, pero otras veces resulta forzado. Da la impresión de que la indeterminación de los personajes se expresa bien a través de ese modo de vivir, dejando que las cosas que se desean queden en manos de la casualidad. A veces, como en
Cuento de invierno, donde la protagonista pierde la dirección de su amante veraniego, al personaje solo le queda el azar como modo de alcanzar su objetivo. No es así en
Cuento de verano, donde el protagonista pasa de vez en cuando por el pueblo donde puede ser que vaya su novia a veranear. En otras ocasiones, el azar viene dado por causas externas a los personajes y determina absolutamente sus destinos y sus interpretaciones de los hechos. Sucede así en
Les rendez-vous de Paris, en el episodio de la chica que pierde la cartera en un mercadillo y duda de un chico que la abordó para, supuestamente, ligar. En definitiva, el azar es un elemento fundamental en la narración rohmeriana y forma parte del artificio que construye para explicarnos su visión de la conducta humana. Una propuesta que aburre mortalmente a unos y entusiasma a otros. El segundo grupo es menos numeroso que el primero, pero está muy vinculado a la forma de ver el mundo del director francés. Su cine ha contribuido, además de a su educación sentimental, a refinar su modo de entender el mundo, un refinamiento que incluye la estética, pues no hay que olvidar que Rohmer intentó integran varias artes en el cine, que era una especie de artista total."