lunes, 9 de abril de 2012
¡Fruterida!
En la esquina de mi calle, un vergel. Dispuestas en rectángulo irregular, mil y una excrecencias salvajes del árbol o arbusto, cortadas, clasificadas y presentadas al apetito del consumidor. Eso es la civilización, y no Rajoy, o si es Rajoy, viene después de las frutas, garantizándonos, o no, su rutilancia. La política como acceso universal a los retoños de la naturaleza, adecuadamente humanizados, no pedimos más. Todo lo que exceda esto es pedantería parlamentaria. Todo lo que esté por debajo de esto reclama revolución, por mal alimentada. Un experto en pocheces y madureces me asesora en cuanto a la vida media de cada ejemplar: no sabe poco el hombre, no sabe a poco lo que dice. En cambio, poco es lo que lo que le pagan, y poco el mundo que su pericia tiene en poco. ¡Vale en más saber de valores, gana más el que su futuro dicta! Nada sabe la piña de su mendaz rapiña...
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