Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

martes, 31 de agosto de 2010

viernes, 27 de agosto de 2010

Toy Story 3, una lección de cine y de vida, por Jaime G.


Toy Story 3, la última producción de los estudios Pixar, es una magnífica lección de cine que divierte, entretiene y emociona a públicos de todas las edades. Estamos acostumbrados a que las películas de Pixar presenten una perfección técnica asombrosa, a la que difícilmente pueden compararse las producciones de otros estudios. Pero en este caso, además de su excelente animación y montaje, la película transmite una historia repleta de enseñanzas y valores que no son frecuentes en la mayoría del cine actual.
Cuando John Lasseter se planteó el primer largometraje de Pixar eligió una historia de juguetes principalmente por motivos técnicos. Sus ordenadores todavía no estaban preparados para crear animaciones aceptables de personas o animales, aunque sí podían crear una animación aceptable con monigotes que tuviesen el aspecto de juguetes. Así nacieron el sheriff Woody y el astronauta Buzz Lightyear, rivales en un principio por el cariño de su dueño Andy, pero que pronto aprenden el valor de la amistad, la cooperación y el liderazgo sensato. El público no tuvo problemas en aceptar que los juguetes de un niño cobraran vida en el momento en que nadie los miraba. Así nació Toy Story (1995), que con el paso de los años tuvo continuidad en Toy story 2 (1999) y hoy forma la trilogía que se cierra con Toy Story 3.
 

-Unos juguetes muy vivos
 

Los juguetes de Andy están vivos, sí, pero su vida es muy diferente a la del común de los mortales. Para empezar, podríamos calificar su vida de interior, pues no les es dado interactuar directamente con la gente y con el mundo en que vivimos. 
En presencia de los humanos, toman un aspecto inerte que abandonan tan pronto como las personas desaparecen de su vista. Pero su aparente apatía no les impide desarrollar una rica personalidad interior, suma de su aspecto físico y de las opiniones de su dueño, así como de sus propias elecciones.  
En la construcción de su personalidad y de su yo, cada juguete afronta distintos retos: Rex es un tiranosaurio ávido de resultar fiero sin conseguirlo jamás, el matrimonio Patata se aferra a los clichés de la respetabilidad para hacer olvidar su ridículo aspecto, y la intrépida vaquera Jessi solo se estremece cuando recuerda el abandono por su anterior propietaria, lo que la vuelve recelosa hacia Andy.
Algunos andan más avanzados que otros en su descubrimiento de sí mismos. Los trillizos del planeta Pizza parecen muy limitados en su capacidad de raciocinio y de distinguirse como seres individuales. Los soldaditos del batallón verde de Sarge tienen muy claro que lo suyo es obedecer órdenes y marchar batalla tras batalla hasta el destino final. Uno que lo tiene muy claro – o está bastante neurótico, según se mire – es el erizo señor Pricklepants, que está convencido de que interpreta un papel en el calderoniano teatro de su ama, aplicándose con esmero en el Método Stanislavsky. El sheriff Woody está anclado en los valores de un mundo antiguo, heroico y pretérito, olvidado por todos, incluso por él mismo (Fueron Jessi y el Buscador Pete quienes le ilustraron sobre sus orígenes en la segunda entrega, pero Woody prefirió enterrar definitivamente su pasado).

En cuanto a Buzz, parece lastrado por la nostalgia de un futuro aún lejos de llegar. Metáfora del homo electrónicus dependiente de la tecnología, protagonizó una de las más memorables anagnórisis en la primera película, al constatar que no era un héroe galáctico sino un artículo de consumo de la era del plástico. En la segunda película Buzz Lightyear tuvo además que asumir que no era una pieza única como su amigo Woody, sino un producto idéntico a otros miles de juguetes, todos ellos hijos clonados del malvado emperador Zurg. Por si fuera poco que aceptar, en la tercera parte a Buzz le juega una mala pasada su chip interno, que le transforma en un producto para otro país tras una pulsación del botón de reinicio. Afortunadamente para nosotros, al nuevo Buzz le sienta de maravilla la reprogramación al español. Incluso Jessi confiesa al final de la película que sabe el lugar exacto donde hay que pulsar para poner flamenco a Lightyear, la muy pícara.
Estos juguetes tan dolorosamente vivos tienen, además, una característica envidiable a primera vista: No envejecen. No es que sean inmortales, pues su envoltorio físico está sujeto a todos los efectos de la impenetrabilidad de los cuerpos. La abrasión, el corte, el impacto o la combustión pueden transformar un bonito juguete en tierra, en humo, en polvo, en nada. Al igual que los robots de Asimov, deben cuidar de su propia conservación en segunda instancia, pues su primera ley los obliga, ya sabemos, a mostrarse inertes en presencia de humanos.
La tercera ley que siguen los juguetes es la búsqueda de la felicidad a través del amor de su dueño. Para cada juguete, los minutos más dichosos de su vida son aquellos empleados en intervenir en los juegos fantásticos de su propietario. La secuencia inicial de TS3 deja bien claro que ni las más espectaculares producciones de Hollywood pueden competir con los juegos de los niños, en donde las leyes de la física, la lógica y lo real quedan supeditadas a la aventura, la fantasía y la poesía más libres y alucinantes.
Así las cosas, no es de extrañar que los juguetes deseen por encima de todo la presencia y cercanía de su dueño, de su amor. Su ausencia les produce casi tanta desazón, o más, que la muerte presentida y presenciada en la carne – en el plástico – de algunos compañeros de juego que en la tercera entrega ya no habitan en casa de Andy y cuyo paradero es una incógnita. ¿Dónde están la tierna pastora y sus ovejas que solía proteger Woody? ¿Dónde el mudo luchador llamado Rocky? ¿En qué kilómetro se le quebraron las ruedas al simpático coche radiocontrolado? ¿Cuál fue el último dibujo de Sketchy? ¿Cómo soporta el sargento de polietileno – el oficial que nunca dejó abandonado a un hombre – que su otrora nutrido regimiento haya sido diezmado hasta tres soldados? Ubi sunt?
Posiblemente en ninguna otra película de animación se ha mostrado la angustia de la muerte con la intensidad que se hace en TS3, que además acierta al enseñar la valentía y dignidad en evitarla, y si es el caso, aceptarla. La secuencia del basurero, cuando Woody y sus amigos, seguros de su muerte inminente, entrelazan sus manos con la serenidad de un Sócrates, es un aprendizaje tan valioso y emocionante para el espectador de cualquier edad como lo eran en su tiempo las tragedias griegas.
Amor y muerte, los viejos polos de interés literario. Los juguetes de Andy viven esa permanente angustia entre la urgencia por gozar del juego, del amor, y huir de su destino anunciado. Y aquí es donde el don de la eterna juventud se convierte en un regalo envenenado. Pues Andy crece y madura a una velocidad inalcanzable para la pandilla de plástico, que aunque junte la sabiduría de muchos años jamás podrá acompañar a su dueño a la universidad. No podrán envejecer juntos, que es el consuelo que se prometen los amantes para cuando su pasión se enfríe. En el mejor de los casos, Andy los guardará en una caja de cartón y los enviará a un futuro incierto en el desván del olvido, tan largo y tan frío que parece una muerte a plazos. A lo peor, serán donados a la guardería del barrio, donde jamás volverán a ver a quien fue dueño de sus sueños.
Esta es la alternativa a la que se enfrenta la tropa de Buzz, Jessi y Woody al principio de TS3, pero el ritmo de la narración rápidamente los encamina hacia la guardería Sunnyside, un jardín de infancia donde tienen que aprender sobre la marcha la misma lección que todos los parvulitos: Cuidado con ese niño.
 

-Un grito de libertad
 

En realidad, en esa guardería los juguetes aprenden lo que a muchos les cuesta años: Primero, que conviene ser selectivo con las relaciones; y segundo, que las normas pregonadas de cada organización social suelen ser manipuladas por la oligarquía dominante en beneficio propio. Woody y los suyos ya han aprendido en las primeras dos entregas que son débiles, de identidad dudosa y mortales. Ahora decidirán que además, quieren ser libres.
Su ansia de elegir su propio destino les impulsa a trazar un plan de fuga de la guardería-prisión a la altura de las mejores evasiones de la historia del cine. En busca de la libertad, los juguetes afrontan a través de un montaje trepidante riesgos de muerte, de tortura y hasta de deconstrucción (¡Ese señor Patata que va buscando un pepinillo donde clavar sus piezas!). La inesperada Marianne de esta revolución es la curvilínea muñeca Barbie, que se nos antoja más guapa que nunca en el momento en que citando a John Locke proclama: “¡La autoridad debería derivarse del consentimiento de los gobernados, no de la amenaza del uso de la fuerza!”
Acabada la Odisea y retornados felizmente a casa, Woody y los suyos comienzan una nueva etapa de su existencia. Aprovechando el conocimiento obtenido en su viaje, empiezan a hacer uso de su recién conquistada libertad y eligen lo más sabio: Dejar partir a Andy hacia nuevos horizontes, donde pueda crecer sin las limitaciones de la infancia. Woody sabe que un juguete en la universidad sería un estorbo para Andy, y también sabe las tardes que jugaron juntos permanecerán tan indelebles dentro de él como el nombre del amado que lleva torpemente escrito en la suela de su bota.
Eligiendo su destino, Woody se permite por una vez una pequeña transgresión de las leyes de los juguetes que nos conduce a la última escena de la película, tan grandiosa como la inicial. Gracias a Woody, Andy comprende que tan importante como el amor es el desapego, y así se transforma en un ser tan generoso que es capaz de regalar no sólo lo que le sobra, sino lo que más quiere y más le pertenece. Cuando Andy regala a Woody se está regalando él mismo. Es imposible no emocionarse cuando Andy intenta describir al sheriff en el que ha proyectado sus ideales de amistad, rectitud y heroísmo, y, al faltarle las palabras, dice: “Este es Woody. Woody… bueno, Woody nunca decepciona a nadie.” En ese momento, comprendemos que ni Woody ni Andy serían como son de no haberse tenido el uno al otro. Tras la última y deliciosa tarde de juego compartido, Andy sale de puntillas del cuarto de juegos y cierra cuidadosamente la puerta de su infancia. Woody permanecerá allí ayudando a crecer a otros niños, al menos mientras las costuras le aguanten.
Ya hay al menos una generación de niños, los nacidos hacia 1991, que fueron a la guardería con Toy Story, al colegio con TS2 y a la universidad con TS3. Supongo que tanto ellos como sus padres – entre los que se cuenta quien esto escribe – son los principales beneficiarios de las alegrías, emociones y enseñanzas que proporciona esta tercera entrega de las aventuras de Buzz y Woody. Porque las historias y las películas nos enseñan a elegir nuestros pasos en la vida, pero posiblemente las mejores de todas ellas son las que nos muestran que el amor y la amistad, la libertad y la aventura son los mejores antídotos contra la angustia y el miedo. En ese sentido, y en muchos otros también, Toy Story 3 es una buena película.

"Misandría", por Simón R.

http://es.wikipedia.org/wiki/Misandria

miércoles, 25 de agosto de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

¿Qué es "tecnología" hoy?

Para hablar en serio del asunto, el artículo de pensamiento seguramente más importante del siglo XX. No digo que sea fácil, menos aún que lleve razón, sólo que el hecho de que no sea obligatorio en las escuelas demuestra el total desinteres real por que exista el razonamiento crítico y demás gaitas zamoranas con que nos venden la moto.

http://www.heideggeriana.com.ar/textos/tecnica.htm

(Si no se lee entero debereis buscarlo, es imprescindible). La tecnología no es el pharmakón platónico, neutro en sí y sólo malo si se usa mal. Lo mismo dice el Escohotado de las drogas pero yo no se lo repetiría a mis alumnos. No hace ni 250 que se inventó la maquina de vapor y el planeta es ahora algo absolutamente irreconocible para hombres que vivieron miles de millones de años en la inopia tecnológica. La técnica modernamente entendida ya ha destruido el mundo, o si no que se lo pregunten a los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki. Nunca sabremos si el hombre será capaz de dar un uso benéfico a la tecnología, pero sí sabemos que se lo dará malefico siempre que pueda. Esta asimetria no tiene remedio, y nadie es culpable de ella. Si algo puede ser utilizado en la peor de las formas posibles, podemos estar seguros de que se hará como de la salida del sol. Y lo contrario es sólo hipotético, anecdótico y sometido a la voluntad siempre incierta de una minoría, que en cualquier caso durara poco. Los ejemplos históricos se podrían centuplicar. A no ser que creamos que efectivamente vivimos en un mundo mejor desde hace dos siglos, lo cual clama al cielo con sólo leer un periódico. Siempre y cuando, claro, no entendamos por "mundo" nuestro jardín de españolitos privilegiados. No soy pesimista (total, un optimista sólo es aquel que cree que ya no puede ser peor), simplemente aplico un punto de vista no-moral sobre la naturaleza humana, desde el cual no se trata de medir al hombre segun su capacidad para el bien o el mal, sino segun su capacidad sin más. Para un cínico, es obvio que ésta ha crecido exponencialmente, y eso nos gusta, de modo que seguiremos incrementándola al precio que sea. Quizá eso sea el hombre sobre la tierra: el gran experimento de la naturaleza para aumentar su poder, como si hubiese decidido ir a hacer pesas al gimnasio sin límite. Ya que me pongo estupendo, me pregunto cual podría ser ese límite, un ejercicio de ciencia-ficción, mi género favorito. Buen finde de playas para mis compañeros de especie.   

lunes, 23 de agosto de 2010

La crisis financiera explicada de manera sencilla, anónimo.

Heidi es la propietaria de un bar en Berlín. Como es natural, quiere aumentar las ventas, y decide permitir que sus clientes, la mayoría de los cuales son alcohólicos en paro, beban hoy y paguen otro día. Va anotando en un cuaderno todo lo que consumen cada uno de sus clientes. Esta es una manera como otra cualquiera de concederles préstamos.
Muy pronto, gracias al boca a boca, el bar de Heidi se empieza a llenar de más clientes.
Como sus clientes no tienen que pagar al instante, Heidi decide aumentar los beneficios subiendo el precio de la cerveza y del vino, que son las bebidas que sus clientes consumen en mayor cantidad. El margen de beneficios aumenta vertiginosamente.
Un empleado del banco más cercano, muy emprendedor, y que trabaja de director en la sección de servicio al cliente, se da cuenta de que las deudas de los clientes del bar son activos de alto valor, y decide aumentar la cantidad del préstamo a Heidi. El empleado del banco no ve ninguna razón para preocuparse, ya que el préstamo bancario tiene como base para su devolución las deudas de los clientes del bar. 
En las oficinas del banco los directivos convierten estos activos bancarios en "bebida-bonos", "alco-bonos" y "vomita-bonos" bancarios. Estos bonos pasan a comercializarse y a cambiar de manos en el mercado financiero internacional. Nadie comprende en realidad qué significan los nombres tan raros de esos bonos; tampoco entienden qué garantía tienen estos bonos, ni siquiera si tienen alguna garantía o no. Pero como los precios siguen subiendo constantemente, el valor de los bonos sube también constantemente.
Sin embargo, aunque los precios siguen subiendo, un día un asesor de riesgos financieros que trabaja en el mismo banco (asesor al que por cierto despiden pronto a causa de su pesimismo) decide que ha llegado el momento de demandar el pago de las deudas de los clientes del bar de Heidi.
Pero, claro está, no pueden pagar las deudas. 
Heidi no puede devolver sus préstamos bancarios y entra en bancarrota.
Los "bebida-bonos" y los "alco-bonos" sufren una caída de un 95% de su valor. Los "vomito-bonos" van ligeramente mejor, ya que sólo caen un 80%.
Las compañías que proveen al bar de Heidi, que le dieron largos plazos para los pagos y que también adquirieron bonos cuando su precio empezó a subir, se encuentran en una situación inédita. El proveedor de vinos entra en bancarrota, y el proveedor de cerveza tiene que vender el negocio a otra compañía de la competencia.

El gobierno interviene para salvar al banco, tras conversaciones entre el presidente del gobierno y los líderes de los otros partidos políticos.
Para poder financiar el rescate del banco, el gobierno introduce un nuevo impuesto muy elevado que pagarán los abstemios.

domingo, 15 de agosto de 2010

En lo que llevamos décadas pensando...

Imaginación y pornografía


Defensor de la pornografía como un acto de libertad, el artista inglés de cómics y escritor Alan Moore ofrece una interpretación de la historia humana en la que la libertad sexual y el desarrollo cultural van de la mano. Alan Moore todavía hace ruido -y sorprende incluso a sus lectores más fieles. Fue el caso de Lost Girls, serie de tres volúmenes producidos en colaboración con su esposa, la ilustradora Melinda Gebbie. Mejor conocido por su trabajo con los superhéroes, la ciencia ficción y el misticismo, el inglés sorprendió al entrar en el terreno del sexo. Y como lo radical es una constante en su obra, no se limitó al erotismo simple, antes al contrario, incluyó escenas explícitas de orgías sexuales y sexo oral, y experiencias bisexuales. Su cómic fue etiquetado como pornográfico. La situación se agravó, sin duda, por el hecho de que "Lost Girls" estaba protagonizado por tres personajes icónicos de la literatura infantil, Wendy (de Peter Pan), Alice (Alice in Wonderland) y Dorothy (El Mago de Oz).

La legitimidad de la utilización de figuras del imaginario infantil en una obra cargada de sexo genera polémica. No la genera la calidad de HD (¿la calidad del trazo de Gebbie está a la altura del texto del famoso marido?). Sin embargo, se hace más difícil dudar del valor y la calidad de 25, 000 años de libertad erótica, nuevo libro del autor el año pasado y aún desconocido en Brasil. Esta es una versión ampliada del ensayo Pantano Venus vs nazis Cock Ring: Algunos pensamientos sobre la pornografía, artículo publicado por Moore en el número 27 de Arturo, revista británica de línea contracultural. La aceptación de la obra fue desigual. Algunos críticos de Moore, con alguna razón, vieron el trabajo como expresión del diletantismo del autor, que trataba de descalificar a sus opositores degradándolos intelectualmente. Sería fácil aceptar esa tesis si no fuese por el raro poder de comunicación y persuasión de Moore. Alan Moore defiende la tesis de que hasta el advenimiento del cristianismo "platónico", con los escritos del apóstol Pablo, el cuerpo no era motivo de vergüenza en Occidente. Moore recuerda que Roma, incluso en sus días de gloria, siempre había mantenido una relación viva con el sexo, permisiva con la homosexualidad y con el sexo en grupo. El autor llama la atención sobre las estatuas romanas clásicas, en la que hay muchos ejemplos de desnudos y situaciones sexuales -todos a la vista de cualquier ciudadano de cualquier edad. Para el inglés, esta apertura hacia el sexo no se limita, en principio, a los griegos y romanos. Sería un sello distintivo de las civilizaciones que han dejado un sinnúmero de marcas que se ven en sus estatuas eróticas, sobre todo en piezas sagradas relacionadas con ritos de fertilidad. Lejos de ser tachadas de imágenes inmorales, "sucias",  piezas antiguas como la Venus de Willendorf (tallada alrededor de 22. 000 años) se identifican como objetos rituales que todos pueden ver. Este tipo de arte no se limita a trabajar con la representación como un proceso de asepsia estética. Más bien, como en la pornografía,  cumplían la función de componer una atmósfera sexual efervescente y productiva (en más de un sentido). En Moore, la historia del sexo en Occidente se cuenta con un crescendo de la persecución con cierto heroísmo y acciones de resistencia. Como si civilización de base cristiana proporcionarse el combustible para los deseos "inmorales" de los creadores de todos los ámbitos del arte -desde las artes plásticas hasta la literatura, pasando por el cine y los cómics.
(Noticia aparecida hoy en uno de los diarios de Fortaleza, Brasil, y traducida y enviada por Miguel G.) 

sábado, 14 de agosto de 2010

José Luís Sampedro: escribir es vivir, por Manuel O.

Este es un libro singular, original, como lo son los que componen la obra de este barcelonés polifacético. Encierra entre sus páginas una biografía, una autobiografía, unas clases magistrales y un anecdotario de casi todo un siglo, el XX, que es al que pertenece Sampedro. Este XXI que transitamos le resulta extraño. Según sus palabras, es un polizón de este tiempo.
La imagen que se nos viene a la cabeza para analizar este texto es el de las matrioscas rusas, esas muñecas que encierran dentro de si otra más pequeña, y otra, y otra... hasta formar una familia clónica en disminución. Así, la biografía fue escrita por su esposa, Olga Lucas, pero fue tomada al dictado, de modo que es autobiografía, pero fue pronunciada en el curso de 10 clases que impartió a petición de la universidad de santander en el Palacio de la Magdalena, así que tiene una intención didáctica, y una excusa: disertar sobre el proceso de creación literaria desde el punto de vista del autor.
Sucede que este autor, Sampedro, cree firmemente en la imbricación de la vida del creador con su proceso creativo, y en la interacción de los factores vitales con los creativos. No puede haber creación solo con la técnica, y es ahí donde empieza a despuntar el arte, donde la técnica deja de explicar la obra. Esa espiritualidad casi religiosa -aunque es notorio el agnosticismo declarado de Sampedro- le parece imprescindible para el proceso creativo "autentico" desdeñando la aplicación de patrones de fabricación de libros por dar como resultado obras huecas, carentes precisamente de ese espíritu que las convierte en arte. No obstante, Jose Luis otorga importancia a las formas. El escribir por necesidad no garantiza que la obra vaya a tener calidad. En el uso de la técnica está el virtuosismo de quien maneja con destreza las herramientas de su oficio. Se pude tener una gubia de magnífica calidad y saber usarla con maestría, pero hasta que esta no se desliza por un madero con intención de convertirlo en mueble, no se está haciendo arte. de igual manera, tampoco puede nacer una obra de arte solo con el sentimiento. Este debe ser domeñado, educado, enriquecido y filtrado en un esfuerzo constante por hacer la obra grande e inteligible para el público. Y este es el terreno de la técnica, donde la pulsión de la escritura se convierte en obra escrita. Jose Luís nos explica la importancia de la documentación y del trabajo constante para "creerse" la obra, según el, el primer paso para escribirla y hacer que los lectores se la crean.
Esta visión total del proceso creativo, es la clave para explicar el por qué del libro que analizamos. Igual que el escritor no puede deslindarse de su vida para hablar de su obra, o el fondo no puede hacerlo de la forma, cuando Sampedro nos viene a hablar de su obra, lo que en realidad nos va a contar es su vida. Escribir es vivir, revivir lo visto y rumiado, contarlo, compartirlo, hacer comunión con ello y en la común-unión de lo visto, lo vivido, lo reflexionado, aparece la vida enriquecida. por eso escribir es vivir. por eso, hablar de la obra de sampedro es hablar de su vida; por eso, al fin, en las conferencias sobre su obra el escritor debe hablar de su vida, autobiografiarse, darse a conocer para ser él mismo objeto de estudio, comprensión y aprovechamiento para que, como dijo Cervantes, "quien haya orejas oya", acorde a la ideología del autor sobre la didáctica, que se resume en que educar es amar y provocar para lograr la "autenticidad", el humanismo desbordante de sampedro se adueña del ambiente y lo distiende, hace gozar al auditorio con su fina ironía y se presenta siempre con humildad, en parte como estrategia para no ser dañado. La consecuencia de esta actitud es la completa empatía entre el público asistente y el ponente, y dentro del público nos contamos los lectores, que escuchamos más que leemos las palabras de sampedro recogidas por Olga solo para nuestros ojos.
Y por ellos vemos cómo el autor de La vieja sirena, de La sonrisa etrusca y de tantos libros sabios, sensibles y profundamente humanos desgrana su vida y obra en asaltos cordiales en el sentido etomológico del término: de corazón. esa filosofía de vida que se transluce en sus textos queda plasmada y explicada con lucidez, sencillez, humor y humanidad. no podría ser de otra manera, tratándose de la la biografía de un hombre vital que piensa que hacer es hacerse. Siempre en movimiento, sin dejar nunca de mirar a su alrededor, de sacarle a la realidad las historias que preñan nuestros días. Impresionante, oiga.

Contra la imaginación, recalcitrante Vicente Verdú, 14/01/2010, El País, enviado por Miguel G.

Cuenta Román Gubern a propósito del recién fallecido Eric Rohmer que en 1986, siendo él parte del jurado en la Bienal de Venecia, algunos de sus colegas se negaban a premiar la película rohmeriana El rayo verde, arguyendo que la crisis que vivía la protagonista en el filme era la propia crisis del director en la vida real. Es decir, se negaban a premiar una película basada en la experiencia directa de su autor y, a lo que parece, valorarían más otra cualquiera que no se hallara directamente vivida sino por completo imaginada. Esta posición, por peregrina que parezca, es la que ha predominado hasta nuestros días y sólo ahora cuando se dice que algo se encuentra basado en hechos reales adquiere un punto positivo. En la inminente etapa anterior, por el contrario, se hacía hincapié en que los hechos pertenecían a una historia inventada y su parecido con la realidad sería sólo una "pura coincidencia".
Este latiguillo a favor de la pura imaginación y contra lo impuro de lo realmente sucedido ha sido uno de los peores subterfugios en que se han basado un sinfín de malas y mentirosas obras de hoy. ¿Qué puede saber alguien de cuarenta años sobre la Guerra Civil, más allá de una versión de una versión de otra versión, oral o escrita? ¿Qué puede contarnos sobre los campos de concentración, los gulags, las cárceles y sus presidiarios alguien que no estuvo allí? ¿Qué oferta, más allá del entretenimiento, puede brindar una novela redactada ahora sobre los faraones? Acaso el ejercicio malabar de llegar a hacer emocionalmente verosímil lo que ni el mismo autor conoce con certeza. Quizás sólo la observación de las piruetas que el forjador de mentiras o mentirijillas más o menos coordinadas, entretenidas y hábiles redacta para ocupar el tiempo del insomnio, el ocio o el viaje.
Efectivamente, el autor o la autora pueden transmitir sus impresiones a propósito de las lecturas sobre los hechos del Dos de Mayo o la caída del Imperio Romano, pero ¿cómo distinguir este ejercicio entretenido de un entretenimiento más, desde el sudoku al circo? ¿Cómo mejorar, además, con la letra lo que hace una película o un telefilme enriquecidos con los medios de la tecnología audiovisual?
A igual nivel de imaginación, la escritura siempre saldrá perdiendo y, en uno u otro caso, el producto no pasará de ser una "re-creación" recreativa. Es decir, un regalo infantil de la emoción o del cuento. Ni menos ni más.
A igual nivel de calidad, una historia vivida, sin embargo, una comunicación de la experiencia propia o una confesión personal de lo vivido, sus enredos, logros y contradicciones, sólo puede ofrecerlo su autor / protagonista y en ello reside el emergente valor de la "no ficción".
El rayo verde de Rohmer vale tanto como el valor de otra película, pero a eso se añade el inimitable valor de lo vivido. De otro modo, aquello que se ofrece al espectador o al lector son artificios, mentiras ensartadas arteramente para enganchar al comprador. ¿Son literatura? ¿Son cine? Efectivamente, lo son, pero su interés decrece a medida que el espectador o el lector se ha hecho adulto, se ha curtido en mil pantallas y viajes, se ha instruido y aprecia los testimonios de verdad.
El peliculero de hace medio siglo tanto como el novelero del siglo anterior venían a cuento cuando la sociedad no permitía experimentar otras realidades y la información faltaba. Ahora, sin embargo, con incontables historiadores y multitud de creativos sobra, por un lado y otro, el pueril recurso a la "imaginación".
Testimonios de verdad o de intimidad absoluta dan su mejor contenido a la obra y dan sentido, simultáneamente, al ejercicio de una creación verdadera, escrita o no.

El mito del darwinismo, I: orígenes

http://laeradehobsbawm.wordpress.com/2010/08/09/hobsbawm-marx-y-darwin/

domingo, 8 de agosto de 2010

viernes, 6 de agosto de 2010

Y, todavía, Robert Crumb

http://esrarodorarse.wordpress.com/2008/09/25/documental-sobre-robert-crumb/

Un compañero bloguero ofrece en la anterior dirección la película completa producida por David Lynch y dirigida por un amigo del dibujante sobre la familia del mismo y sus rarezas, que son de aupa. A mí personalmente me recuerda mucho a El desencanto de Chavarri, modulación norteamericana, habida cuenta de que ninguna de ambas son santo de mi devoción. Porque lo que queda claro de esta es que Crumb debe su éxito a los años psicodélicos de los que reniega, y, si se ha visto además American Splendor, que ni siquiera el underground fue inspiración suya. Por eso, probablemente, sus historietas, cuando las hay, son tan malas. Pero no hay problema: una experta en pornografía nos asegura que Bob la tiene tan grande como él se la atribuye gráficamente. Un alivio...

jueves, 5 de agosto de 2010

Hablando del Noveno Arte...


OBITUARIO
Harvey Pekar, el guionista del hombre corriente, BARBARA CELIS 14/07/2010

En los noventa Pekar había superado un cáncer linfático, una enfermedad que también llevó al cómic en 1994 bajo el título Our cancer year y por la que fue premiado con el Harvey Award, uno de los premios más importantes del gremio de la viñeta. No obstante, en los últimos años también se le había diagnosticado un cáncer de próstata. La causa de su muerte aún no se ha hecho pública.Pocas veces la depresión, las frustraciones personales y las miserias de la vida diaria han conseguido calar tan hondo en el mundo de la viñeta como a través de las palabras de Harvey Pekar. Este guionista de cómics, que fue venerado silenciosamente durante décadas en el mundo del tebeo underground hasta que el cine lo convirtió en celebridad cuando su serie American splendor se convirtió en película en 2003, falleció ayer a los 70 años en Cleveland (Ohio), la misma ciudad que sirvió de trasfondo a sus relatos.
Pekar, que subrayó con ironía su propio carácter hosco, gruñón y obsesivo-compulsivo en la serie autobiográfica American splendor, nació en Cleveland (Ohio) el 8 de octubre de 1939. En esa misma urbe fue concebido el héroe del cómic por antonomasia, Superman, la antítesis de ese antihéroe encarnado por el propio Pekar en sus tebeos, que nacieron gracias al encuentro con Robert Crumb.
La melomanía de Pekar le llevó a entablar amistad en la década de los sesenta con aquel dibujante revolucionario, cuando ambos coincidieron en una tienda de discos de jazz. Pekar, que tenía un trabajo ordinario de oficinista en un hospital de veteranos de guerra, convencido de que el cómic tenía potencial más allá de las historias de superhéroes, le pidió a Crumb que le ayudara a arrancar una serie basada en su vida de hombre común y en sus reflexiones cotidianas.
Nacía así American splendor, cuya última entrega se publicó en septiembre de 2008 y en la que han colaborado algunos de los mejores artistas del cómic de las últimas cuatro décadas, desde Joe Sacco a Drew Friedman.
Aunque la serie se convirtió rápidamente en objeto de culto entre los entendidos del gremio, tuvo que llegar el cine para convertir al antihéroe Pekar en una celebridad internacional. Los cineastas Robert Pulcini y Shari Springer Bergman adaptaronAmerican splendor en un filme homónimo que cosechó múltiples premios y cuyo guión, co-firmado por Pekar, fue candidato al Oscar.
Paul Giamatti fue el encargado de dar vida a Pekar en la pantalla, en uno de sus papeles más alabados. Pekar, quien en declaraciones a este diario tras el estreno aseguró: "lo mejor que sé hacer es escribir sobre mí", decidió convertir en cómic esa extraña experiencia de hacerse mundialmente célebre. El tebeo American splendor: our movie year fue la crónica de aquel peculiar viaje de ida y vuelta hacia la fama.

Harvey Pekar
Ampliar
Harvey Pekar, en 1986, con uno de sus cómics American splendor.- AP

miércoles, 4 de agosto de 2010

¡No more Miller!

Harry el Sucio contra Al Qaeda, ÁLVARO PONS - Valencia - 03/08/2010

En los comic-books de los años cuarenta, Superman y el Capitán América pateaban literalmente a Hitler. Los grandes héroes de las editoriales DC y Marvel lucharon codo a codo con los aliados contra los nazis, pero parece que Batman se quedó en casa esperando un mejor momento. Una ocasión que, para el dibujante Frank Miller, llegó tras el 11-S.
En la WonderCon de San Francisco de 2006 (convención anual de cómics y ciencia-ficción), el que en su día revolucionara el concepto del hombre murciélago con Batman: The Dark Knight Returns -y, de paso, todo el concepto de superhéroe, al abrir una nueva etapa del género-, anunciaba que el personaje tendría su oportunidad con la nueva novela gráfica que estaba preparando. Holy Terror Batman! enfrentaría al emblemático personaje contra el terrorismo de Al Qaeda para "recordar a la gente que lo ha olvidado contra quien nos enfrentamos".
Un arriesgado planteamiento que no arredraba al creador de Sin City, habituado a que la controversia acompañe sus obras, como la que generó la versión de Batman que firmó junto al dibujante Jim Lee, All Star Batman and Robin. Hiperbólica en su concepción de la violencia hasta la parodia, no ha sido bien aceptada por sus seguidores.
En la reciente ComicCon de San Diego (la mayor convención del mundo del cómic), Miller recupera aquel proyecto de hace cuatro años, con importantes cambios: "Llevé a Batman tan lejos como podía, pero dejaba de ser Batman. He decidido que no sea una historia de Batman. Está mucho más próximo a Harry el Sucio. Es un héroe que lucha contra Al Qaeda". Para el autor, el nuevo personaje que ha creado, The Fixer, "es muy diferente a Batman, no es un alma torturada, es un tipo más equilibrado, aunque tenga que disparar a cien personas en el curso de la historia". Un personaje que deja total libertad a Miller para entrar de nuevo en sus obsesiones temáticas: el héroe y su función como elemento catalizador de una moralidad colectiva, siempre desde una perspectiva muy particular, con ideas y opiniones más allá de la corrección política que, con seguridad, darán lugar a las más encendidas polémicas.

La verdad del soldado Manning, envíado por Miguel G. de Cartas al director de El País

BRIAN ENGQUIST - Madrid - 04/08/2010

Encuentro enormemente preocupante la fidelidad con que la mayoría de los medios de comunicación están difundiendo la narrativa del Pentágono y la Casa Blanca con relación al caso de Bradley Manning, el soldado que filtró documentos sobre la guerra de Afganistán a Wikileaks. Me gustaría comentar dos aspectos de esta narrativa poco cuestionados.
El primero es el retrato de Manning como un soldado tan deseoso de la fama que le importaban poco las consecuencias de sus actos y, relacionado con esto, el papel "patriótico" que jugó Adrian Lamo, el hacker que delató a Manning después de que este, según la historia de Lamo, se puso en contacto con él para buscar "respeto y aprobación". Sin embargo, si hay un personaje con motivos cuestionables en este asunto, sería el mismo Lamo, quien tiene una larga historia de buscar notoriedad por sí mismo como hacker. Además, a pesar de decir una y otra vez que nunca ha trabajado con autoridades federales, recientemente Lamo ha sido relacionado con Project Vigilant, una organización privada altamente secreta que capta información electrónica a través de la Red y la comparte con agencias federales.
El segundo es la historia casi universalmente aceptada de que los actos de Manning y Wikileaks han puesto en peligro tanto a afganos como a soldados estadounidenses. Esto es totalmente contradictorio con la opinión oficial de la Casa Blanca de que las filtraciones no representan "nada nuevo". Si fuera realmente así, ¿por qué serían un peligro?
Como estadounidense estoy profundamente orgulloso de los actos valientes de Manning, un individuo que se sacrificó para ofrecernos la verdad sobre la guerra inútil que luchan en nuestros nombres. Como Daniel Ellsberg en Los papeles del Pentágono, de la era de Vietnam, espero que algún día Manning sea aceptado como el héroe que es.

Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar, traducción de Julio Cortázar, Edhasa

¿Una de romanos? No en el sentido crisitanizante de Sienkiewicz, pero tampoco en el pagano erudito de Graves. Apenas poco más de doscientas páginas que cuesta tumbar; densas, espesas, como cruzar un río de leche merengada. Centrado en un personaje singular (a saber en quién estaría pensando Yourcenar durante la segunda guerra mundial, sea como analogía o como antítesis) de máximo rango en todos los aspectos de su rebosante vida -un hombre del Renacimiento avant la lettre-, ni resulta tan romántico como el Alejandro de la Renault, ni tampoco tan clásico como lo pretende la autora, pese a los númerosos y formidables pasajes consagrados al espíritu griego. Algunos guiños hacia nuestro presente quieren hacer de él "un hombre para la eternidad", pero de este mundo, no como en la película sobre la vida de Tomás Moro. Hay que ponerse, hay que terminarlo y hay que olvidarse de lo que me han contado después, y que apunto para la reflexión fugaz de cada uno: resulta que, por lo visto, Felipe González decretolo como su libro favorito, lo cual hizo que se vendiera como rosquillas cuando llegó a España veinticinco años después de su publicación. Pregunta inevitable... ¡¡¿Creéis que se vería a sí mismo así, incluso tan solo como ideal?!!

martes, 3 de agosto de 2010

La manga riega...

Gato de Cata

Cuando nos pusimos de acuerdo mi amigüitos Sergio y Eva, sus coleqüitas y nosotros en recoger los trastos domingueros de la playa de Cabo de Gata se ocultaba el sol justo al mismo tiempo que se encendía la luna por el lado opuesto del azul, como intercambiando sus intensidades con un interruptor graduado. Ambos astros estaban, además, en fase llena, como en una postal panorámica, y eran perfectamente visibles simultáneamente desde el chiringuito de madera barnizada que acogía a la beautiful people del músculo local. Fue una tarde perfecta de laxitud y bebés ora caminantes ora cariñosos. Tanto es así que el antipático no necesitó hacer de las suyas. Festejemos esas horas de en boca cerrada no entran moscas. 

¿No estamos en algún aniversario de Miguel Hernández? Ahí va nuestro favorito...

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida (...)

lunes, 2 de agosto de 2010

EL pacifista, en El País

TONI GARCÍA 30/07/2010

Cuando el 6 de agosto de 1945 el Enola Gay desató el infierno en Hiroshima por órdenes del presidente Truman, aún no existían los aviones inteligentes. Es posible (muy posible) que sigan sin existir, pero como mínimo el hombre puede haber encontrado la coartada que aniquile el último de los grandes males de la humanidad: la culpa.
En 1945, cuando uno quería lanzar una bomba en algún sitio no le quedaba más remedio que ordenar a un piloto que la trasladara hasta el lugar en cuestión, y que hiciera lo posible para volver a salvo. Cualquier otra indicación, incluyendo el sufrimiento del enemigo, carecía de consideración alguna. En cierto modo, el efecto colateral era inevitable, pero no preocupante: matar en nombre de la causa adecuada era un acto de fe.
A Claude Eatherly se le encargó la misión más importante de la historia. El comandante debía volar hasta Hiroshima y descargar allí el arma más letal de todos los tiempos. Eatherly cumplió con su cometido sin protestar, aunque su lanzamiento no fue perfecto: la bomba atómica cayó en pleno centro de la ciudad en lugar de en el puente donde debía impactar.
Naturalmente, cuando volvieron a casa, el militar tejano y su tripulación fueron tratados como héroes, pero mientras sus compañeros aceptaban medallas y homenajes por doquier, Eatherly se encerró en sí mismo y dejó que los remordimientos se dieran un banquete en su interior. Cinco años después, en 1950, el estadounidense intentó suicidarse, pero fracasó. Aquel suceso le empujó a la radicalidad de una conducta cercana al delirio que incluyó atracos a bancos y todo tipo de actividades poco recomendables, aunque sorprendentemente inocuas.
Por ello fue juzgado, declarado culpable y en cierto modo indultado por sus méritos en combate. Como recompensa le internaron en un hospital militar para enfermos mentales, de donde fue entrando y saliendo hasta que el Ejército comprendió que el ansia pacifista de aquel hombre, empeñado en compensar de algún modo sus errores (la totalidad del botín de sus golpes fue enviado por el propio Eatherly a una asociación de niños huérfanos de Hiroshima), no tenía freno, decidieron encerrarle allí, declararle incompetente y tirar la llave lo más lejos posible.
En 1959 su caso, el del "piloto loco de Hiroshima" llamó la atención del filósofo alemán Günther Anders, que decidió empezar una particular correspondencia con Eatherly. El resultado de su intercambio, recogido en el libro El piloto de Hiroshima. Más allá de los límites de la conciencia, es descorazonador. En el mismo puede apreciarse que el único chiflado de esta historia es el tipo que confundió culpa con locura y juzgó al militar con la crueldad que debe mostrarse con aquellos que dudan de la integridad del sistema, que cuestionan sus tripas, su coherencia, su legitimidad.
Probablemente Claude Eatherly, en su ingenuidad, asustó a los que creen que todo está justificado. Ahora ya no tenemos esos problemas, todo el mundo es inocente aunque se demuestre lo contrario, nada es culpa de nadie. Al negar que seamos responsables de nuestros actos (ya sea en tiempos de paz o de guerra) destruimos la posibilidad de sentir el peso de la culpa, que como bien saben los que mandan, es el único enemigo real. A eso -y no a otra cosa- deben referirse cuando hablan de progreso.

En un lugar de La Mancha...