Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

viernes, 30 de abril de 2010

Pequeñas y grandes miserias de los grandes y pequeños pensadores (I): Karlitos Marx, enviado por Jaime G. -como pura curiosidad, desde luego

Ahora que ese piriodico va a relanzar los tomitos monográficos de los "grandes pensadores de la historia universal" o algo así, es el momento de sacar aquí los trapos sucios que en esa reedición no nos van a contar ni con la asistencia de Mariñas-Karmele. Empezamos con un artículo calumnioso en el que se demuestra que el arte de la difamación no consiste en inventarlo todo, sino en sesgar convenientemente la verdad al servicio de la mala fe. Lo más cachondo, en todo caso, es que se deja importantes pecadillos en el tintero, y ya puestos podría haber aprovechado... Hélo aqui:

http://historia.libertaddigital.com/el-marx-del-que-nadie-habla-1276237729.html

jueves, 29 de abril de 2010

Recuerdos de pelo largo

La aristocracía griega lucía colgantes melenas y largas uñas: era la prueba visible de que no se dedicaban a ningún trabajo manual. Después, ha seguido siendo prerrogativa de los escritores, sires, lores y otros jetas, verdaderas o postizas, pues el pelo -antaño "cabello"- es hermosura, y si no que se lo digan a Sansón. El mismo Jesús de Nazaret es representado en la iconografía occidental (creo que no en la bizantina) como un hippie avant la lettre, y de ahí el estupendo musical. Hasta hoy. La gente se rasura como un marine cabezabote -jarhead- voluntariamente, lo cual es propio de esclavos porque homogeiniza los aspectos. Dicen que es porque están más cómodos. Mentira. Y lo saben. Es porque combina con el tatuaje, el piercing o lo que sea, danto como resultado un Vim Diesel -o como se escriba- con sunglasses, metrosexual o macho/machote. Por tanto desde aquí reivindicamos las greñas, que ningún hiyab o sombrero las tape, y que el viento las realce y encabrite. Y si te quedaste calvo, píntate al menos la cabeza como Coto Matamoros.  

miércoles, 28 de abril de 2010

El pañuelo de la discordia

Una polémica ya vieja que de Francia la importamos aquí. Personalmente me importa un bledo que la chica lleve un hueso humano en el moño si le apetece, porque se subestima el poder de seducción del nuestra cultura. El capitalismo estimula los apetitos aunque raras veces los satisfaga, pero temo que estamos hechos de tal manera que preferimos hasta tal punto una oportunidad entre mil de ser afortunados que nos importa poco la abrumadora posibilidad estadística de terminar entre los finalistas, en el mejor de los casos. Somos seres apostadores, como demostraron los del Berlín Este que votaron bloque occidental con los pies porque al otro lado había escaparates de concesionarios de coches. Luego la mayoría no tendrá ninguno de esos coches, natürlich, pero siguen teniendo los escaparates. Asímismo, la niña en cuestión seguirá con el hiyab puesto toda la vida si se lo prohibimos, y en cambio se lo quitará ella solita en tres meses si pasamos de él. ¡Va ella, por mucha tradición y familia que tenga, a resistirse en solitario a las tentaciones de la moda, de la uniformidad juvenil y de ofertarse al otro sexo como carne fresca! ¿Para qué enciscarla en un orgullo de autodefensa que de nada la va a servir? Ganas de no ser prácticos es lo que hay...

martes, 27 de abril de 2010

Ironía y ciudad

A los urbanitas de todos los tiempos siempre nos ha resultado muy sencillo mirar por encima del hombro al prójimo del campo. Pero el razonamiento para llegar a ello es sinuoso. Como el habitante de la ciudad sabe que existen otras ciudades muy superiores en ventajas comerciales, culturales y de oferta de ocio, es irónico para con su propia condición de empadronado aquí o allá. Se siente un poco de ninguna parte, mientras que ve al hombre de campo arraigado en una parcela del cosmos como un ser sencillo que aún le tiene ley al terruño que le vio nacer. Al urbanita esto le produce una cierta ternura, puesto que él no tiene ninguna convicción distinta que oponerle, sino sólo unas prácticas más o menos hedonistas que disfrutar independientemente del lugar donde florezcan. De modo que en el burgués -etimológicamente- la ironía comienza consigo mismo, aunque enseguida el cosmopolita de vocación la proyecte sobre los oriundos del agro, a los que a la vez respeta (por abrazar una fidelidad sin reservas ni dobleces que él no tiene) y desprecia (por desconocer la anchura y diversidad del mundo refinado). La excepción a esta regla se da, tal vez, en las más grandes y conspicuas ciudades, donde caben los dos sentimientos al tiempo: soy, por ejemplo, de Nueva York, y por tanto patriota de lo cambiante y vanguardista que caracteriza, caracterizó y caracterizará a mi ciudad ayer, hoy y mañana. ¿Son por ello los neoyorkinos, londinenses, parisinos, etc. los más afortunados sentimental y geográficamente, puesto que pueden suspender la ironía y sin embargo gozar de las mayores ventajas materiales y sociales? Lo que es cierto es que lo que vale para su propia ciudad, no sirve nunca del todo para las zonas restantes de su país, para las cuales sólo afectan un desdén de superioridad. En EEUU, esta situación es extrema: los votos más golosos están en los estados atrasados del medio oeste, mientras que los más disputados se juegan en las ciudades de las costas. Ignoro si es el único país en que los políticos deben mimar tanto al rudo, directo y leal gañan para ganar las elecciones, pero lo que es seguro es que allí esta necesidad se da con mayor pujanza que en el resto del planeta. Es, así, la nación occidental, rica y supuestamente laica donde con más agudeza la ocultación de la ironía conduce al poder, y donde los ironistas resultan altamente sospechosos -la gente del espectáculo o los intelectuales, más que nadie. Esta podría ser la definición cabal de lo que hoy podría ser lo "post-paleto", que decían por aquí.

lunes, 26 de abril de 2010

Nuestra portada

Es una escena tan magnífica como irreal. Batman año uno: acaba de aparecer en escena y todavía es un chapucero -Mazzucchelli (quiero este apellido) lo dibuja con las mallas arrugadas, como un soldado grandote que en diez años más estará sonado. A las fuerzas vivas les encanta porque entretiene a la chusma mientras continúan sus negocios. Va vestido de ratón volador y no es más que una parodia bajofondista de aquel tipo tan bonachón de Metropolis. Pero da su golpe maestro: revienta la pared de un banquete de políticos y les advierte que el festín ha terminado. A partir de ahora nadie estará a salvo -después de tapar la bandeja hay una viñeta en negro que ya pondré. Al día siguiente, el comisario corrupto que devora eucaliptos pide la cabeza en un ataque de nervios. Yo, que con mi parte adulta volví a ver anteayer un film-reportaje desolador acerca de como en Argentina la clase dirigente lo robó y lo mató todo impunemente con el aval democrático ("Memorias del saqueo", en e-mule), con mi parte infantil admiro al caballero andante que les va a ajustar las cuentas no en mi nombre, sino por hijosdelagranputísima sin más. Como se toma la justicia por su mano, a esto lo llaman el fascismo de Miller. Nadie recogió después el testigo de aquella escena, y el héroe multimillonario (un concepto sobrenatural en sí mismo por contradictorio) sigue cazando carteristas envilecidos de colmillo retorcido y estrafalarios criminales disfrazados que sólo existen para ser derrotados. ¿Es, pues, el concepto de un Robin Hood fascista? En la realidad sería un aristócrata que se degrada en lucha por sus derechos feudales. De modo semejante, en la realidad cualquiera que se tomase este comic en serio terminaría pegando un tiro a Bush y pasando con ello a la historia de la infamia (...y a la inyección letal). Porque si es cierto que Batman representa el cirujano de hierro que descree de la ley, también lo es que está muy marcado su carácter necesariamente solitario. Pero en Dark Knight 2 crea un ejercito paramilitar que llama a la revolución purificadora, y es ya un general carismático. Miller es ambiguo pero Mazzucchelli lo atempera, por eso me quedo con estos episodios en concreto: el resto es basura. Con veinticinco años Bruce Wayne se cree Ché Guevara, con cincuentaicinco Mussolini. Hasta esto, aunque ingrato, es veraz. La mejor fantasía sigue de cerca la peor realidad. Que tengáis un buen día frikillos digo chiquillos.

Entrevista con Eco (...vista, ...vista, ...vista), enviada ayer por Miguel G.


La figura de Umberto Eco es tanto mayor cuanto más tiempo pasa. Y no sólo en sentido intelectual, sino que su cuerpo se ha multiplicado casi por dos, y hasta su peso, su apostura y su firmeza
escritor_Umberto_Eco.jpg
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viernes, 23 de abril de 2010

Wanted dead or alive (II)

Wanted dead or alive (I)

Reseña del día del libro en clave gótica

A la inversa de como un zombie, que no existe, es un no-muerto, sin que eso signifique "vivo", el libro, que existe sobremanera, es un no-vivo, sin que eso signifique "muerto". Sucede con todas las formas de arte: producen artefactos disecados, una inexorable realidad que no puede cambiar ni una buena performance. Tomarse muy en serio los libros supone, pues, una manía resbaladiza que algunas grandes novelas ya han analizado, empezando por la que se homenajea este día. Buscar la cálida companía y poner nuestra lealtad en unos entes no-vivos, refugiarse en ellos y su susurrante monólogo... es como un tema de película o novela de terror, aleja de mí este cáliz. El libro hay que leerlo, aunque sólo sea porque independientemente del valor que contenga uno particular, muestra y ejerce de facto nuestra disposición a aprender, pero su culto desmesurado es una forma especiosa de idolatría, no nos engañemos. Yo la padezco en buena medida, y sé un poco de lo que habló, supongo. No obstante, tampoco la actitud contraria, o sea, el evitar los libros porque son "vida prestada" (recuerdo el personaje de Galdos que dice esto al comienzo de Fortunata y Jacinta), conduce a ninguna parte hoy, ya que nos la "prestan" por doquiera, y en no tan excelente factura. El libro leído libremente como pharmakón: neutro en su origen, puede ser benéfico a veces y peligroso otras, se recomienda usar sin abusar, o abusar con un pie dentro y otro en la tierra -puede ser altamente adictivo, aunque a muchos les cueste creerlo.

jueves, 22 de abril de 2010

Deseo de ser punk, Belén Gopegui, Anagrama

Si bien ya dije que el lenguaje no era muy acertado, tampoco creo que se pueda hacer mucho mejor, al menos si se trata de contar este tipo de historia: una adolescente que piensa y trata de ser consecuente con lo que piensa, sin guías ni consignas previas. En todo caso el lenguaje es claro y las intenciones de la autora transparentes, a diferencia de anteriores obras también experimentales, y los derroteros musicales y extra-musicales de la protagonista se siguen con cariño y curiosidad, porque sí, hay que tener "actitud", que no nos digan cual. Corto y bien logrado, para todos los públicos y adictivo.

miércoles, 21 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

Harry Potter y la piedra cerebral

Lo del niño que descubre que sus cutres padres no son los genuínos sino que tiene un origen más elevado ya lo analizaron Freud y sus secuaces hasta la nausea: se trata de la conocida como "novela familiar", origen para ellos de toda novela adulta. Mas lo peor sin duda es el uso fantástico que se le da a la magia, tratándola como tediosa materia de escuela reglamentada, elitista y vetusta (aquí, arcana: los males yacen ocultos en el propio edificio de este Oxford sin destino, puesto que no coloca a nadie en cámaras de los lores mágicas al terminar sus estudios). "¡No! ¡Me suspenderán el examen de pociones!" -supongo que estabas demasiado distraído jugando con tu tiesa varita... Para ser interesante narrativamente, la magia debe ser difícil, arriesgada y mortal, y su precio no puede ser menos que la sangre, como en Excalibur. Estos críos, en cambio, se aburren, como los nuestros pero igual de especiales, y así hacen su aprendizaje paralelo a base de excitantes aventuras extraescolares. O en idénticos partidos de un deporte que no ejercita el físico, volando en pos de unas pelotas que otorgan sus favores a quien les apetece. Luego están todas esas criaturas ridículas y serviles pirateadas de cuentos de hadas que sólo existen para mayor lucimiento del protagonista, pobres de ellas. ¿Qué se aprende, en total? Pues lo mismo ya dicho en entrada anterior: aunque lleves gafas (¡vaya, no hay ningún hechizo contra la miopia!) no eres un niño cualquiera, naciste para convertir lo extraordinario en rutina, sólo los míseros muggles estudian y trabajan para vivir decentemente, búscate un rayo tatuado en la frente y si lo encuentras nada te estará negado sin hacer demasiado esfuerzo -la Rowling es buen ejemplo, todos los respetos para ella.

No niego que quizá esta comedura de coco millonaria estimule a unos pocos a convertirse en grandes o por lo menos grandullones hombres, pero me temo que necesitarán que les echen una buena manita.

Ejemplo de manipulación periodística, Miguel G.

Leí una información en el Diario do Nordeste que me dejó perplejo: en mi vida he visto un caso tan flagrante de manipulación y falta de ética periodística. La noticia está en portugués, la he traducido con la herramienta de Google pero el resultado me ha parecido deficiente, así que te resumo la información.
La noticia, que apareció en portada, decía de forma destacada: "Empresario reacciona y mata a dos asaltantes". Pero la información, que estaba en una página interior, no se correspondía ni de lejos con el titular. La noticia empieza con la versión del empresario. Solo más adelante te enteras de que todo comenzó cuando la policía encontró dos cadáveres y una matrícula cerca del escenario del crimen. La investigación les condujo hasta el empresario. La redacción de la noticia no deja claro si el empresario llamó a la policía para entregarse antes de que la policía le fuese a buscar. El empresario tenía dos pistolas y según su testimonio se las arrebató a sus secuestradores. Después les metió un tiro a cada uno en la cabeza.
Lo más increíble es que el periódico presenta la versión del empresario como si fuese el hecho real, sin comprobación alguna.
Ahora, el contexto. Este periódico, defensor de las armas, es beligerante con el partido de Lula. La alcaldesa es del mismo partido. Acusan a la policía de ineficacia y incitan a la población a armarse y reaccionar. El otro día un ladrón robó un coche. Una persona que estaba armada ofreció al asaltado su ayuda. Persiguieron al ladrón y cuando lo alcanzaron, lo desarmaron y le dieron un tiro en la cabeza. La policía llegó instantes después y, como es lógico, se llevó a estas dos personas para prestar declaración. El periódico inició entonces una insidiosa campaña contra la policía, poco más o menos decían que no comprendían que no mirasen a otro lado. En los días siguientes no pararon de publicar cartas al director de lectores que acusaban a la policía de defender a los bandidos.
Este mismo periódico informó hace unos días de que en el estado 900.000 personas vivían con 50 céntimos de euro al día. Eso explica mejor los 28 homicidios por cada 100000 habitantes al año en Fortaleza. Más, hay 70000 adictos al crack. Además, parte de la población marginal, sin estructura emocional ninguna, es seducida por el materialismo que ve en la clase dominante, el resultado es que quieren lo mismo por la vía rápida. Por cierto, lo de la violencia también es una cuestión de percepción. Una amiga me ha mandado hoy un mensaje en el que me dice que Brasilia es una ciudad muy tranquila. Mejor para ella si lo ve así, eso es que permanece en un contexto tranquilo. Pero según O Globo la tasa de homicidios de Brasilia es de 33 por cada 100000 habitantes (Madrid creo que no llega ni a 2). Pero comprendo su percepción, la mía sería igual si los brasileños con los que me relaciono no me estuviesen recordando a todas horas lo de los asaltos.

lunes, 19 de abril de 2010

Rita, sus ritos (III)

Es un desorden envuelto en un caos envuelto en un sindios: todo lo deja por ahí tirado y por donde pasa parece que estemos de mudanza, primera etapa. Yo, en cambio, lo necesito todo colocado y pulcro, localizado y pulido, sin exagerar pero sin desfallecer, como de un grado de obsesividad media baja. Sin embargo, ella tiene el interior de la cabeza limpia, y el mío es un saquito de mierda.

La generación de niños más tonta de la historia

Querrán tener un dragón para entrenar personalmente y sentirse únicos y especiales. Nanay. Querrán todo un país de las maravillas a su servicio aunque ni siguiera se llamen Alicia. Ni flores. Querrán ser un guerrero vencedor del Mortal Kombat que además actúe en defensa de la verdad, la belleza y la justicia. Sigue soñando...

Semejante abismo entre las expectativas ficticias y la avara realidad no podrá más que frustrarles hasta el calcañar. Y teniendo la cabeza ocupada en brillantes fantasías de poder y magia apenas quedará sitio para concentrarse en la sucia escalera que sí pueden subir morosamente. Hay, por tanto, una grave irresponsabilidad en los artífices del imaginario juvenil, pero sin duda muy lucrativa.

sábado, 17 de abril de 2010

Épica de Fernando Pessoa


El monstruo que se esconde al fin del mar
en la noche de pez se echó a volar;
tres veces voló en torno a la nave,
tres veces se le oyó aullar,
y dice: "¿Quien es el que osó entrar
en mis cavernas que no desvendo,
mis techos negros del fin del mundo?"
Y el timonel dice, temblando,
"¡El Rey Don Juan Segundo!"

"De quién son las velas donde me hundo?
¿De quien las quillas que veo y oigo?"
-dice el monstruo-, y rodó tres veces,
tres veces rodó grueso e inmundo.
"¿Quien viene a poder lo que tan solo puedo yo, solo yo,
que habito donde nunca nadie vió
y costeo los miedos del mar profundo?"
Y el hombre del timón tembló, y dice,
"¡El Rey Don Juan Segundo!"

Tres veces del timón manos alzó,
tres veces el timón a asir volvió,
y dice luego de temblar tres veces:
"Aquí al timón yo soy más que yo mismo:
soy un pueblo que quiere tu mar y tu abismo
¡Y más que el monstruo que el alma me aterra
y rueda en las tinieblas del fin del mundo,
manda la voluntad, que al timón me aferra
del Rey Don Juan Segundo".

jueves, 15 de abril de 2010

Guttenberg japonés

Mantra contra la tentación de la corrupción

¿Y qué tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo, y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo buscando en casa ajena protección y refuerzo, trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?
No, gracias.
¿Ser esclavo, como tantos lo son, de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón con la vil pretensión de que algún verso mío dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?
No, gracias.
¿O tragarme cada mañana un sapo, llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo de tanto arrodillarme con aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?
No, gracias.
¿Ser como ésos que veis a Dios rogando –oh, hipócritas malditos– y el mazo dando? ¿Y que, con la esperanza de alguna sinecura, atufan con incienso a quien se les procura?
No gracias.
¿Arrastrarme de salón en salón hasta verme perdido en mi propia ambición? ¿O navegar con remos hechos de madrigales y, por viento, el suspiro de doncellas banales?
No gracias.
¿Publicar poniendo yo el dinero de mi propio bolsillo?
Muchas gracias, no quiero.
¿Hacerme nombrar papa en esas chirigotas que en los cafés celebran, reunidos, los idiotas?
No gracias.
¿Desvivirme para forjarme un nombre que tenga el endiosado lo que no tiene de hombre?
No, gracias.
¿Afiliarme a un club de marionetas? ¿Querer a toda costa salir en las gacetas? ¿Y decirme a mí mismo: no hay nada que me importe con tal de que mi ingenio se cotice en la Corte?
No, gracias.
¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde? ¿Tener con mil visitas ocupada la tarde? ¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?
No gracias, compañero. La respuesta es: no gracias.
Cantar, soñar, en cambio. Estar solo, ser libre.
Que mis ojos destellen y mi garganta vibre.
Ponerme, si me place, el sombrero al revés,
batirme por capricho o hacer un entremés.
Trabajar sin afán de gloria o de fortuna.
Imaginar que marcho a conquistar la Luna.
No escribir nunca nada que no rime conmigo y decirme, modesto:
ah, mi pequeño amigo, que te basten las hojas, las flores y las frutas,
siempre que en tu jardín sea donde las recojas.
Y si por suerte un día logras la gloria así,
no habrás de darle al César lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito dabas tu ventura, no a medra,
y en resumen, que haciendo lo que no hace la hiedra,
aun cuando te faltare la robustez del roble,
lo que pierdas de grande, no te falte de noble. 



Cyrano de Bergerac, Edmond Rostand

miércoles, 14 de abril de 2010

¡Tanto rollo con "La naranja mecánica", hombre!

La hipótesis de partida es que La naranja mecánica no es una película de ultraviolencia ni física ni moral, por mucho que esa fuese la recepción que se le dio en su estreno incluso por el propio Kubrick. Dentro de su propia filmografía, más violentas resultan "Senderos de gloria", antes (la guerra más cruel, rematada por fusilamientos injustos), o "El resplandor", despúes (nada menos que un padre tratando de "talar" con un hacha a su familia), por no hablar de la fila interminable de crucificados de "Espartaco". No, esto es una trivialidad o un tópico infundado, piedra de escándalo para la taquilla. En La Naranja… nadie sale seriamente perjudicado, salvo un aburrido matrimonio sin rostro, y la insanía del protagonista no es más que una demostración del poder indiferenciado del adolescente. Ahí quería llegar: lo mismo le da al prota sacudir a un mendigo por indefenso y fracasado que camelarse a dos tías sólo con pedirlo y sin despeinarse, todo ello no son más que afirmaciones de lo único que un adolescente tiene, que es fuerza sin dirección y necesidad de reconocimiento. Porque cuando ingresa en esa especie de reformatorio, no muestra ninguna rebeldia antisistema, al contrario: destaca por ser el más integrado y colaborador, aunque apenas nadie se crea que lo hace con sinceridad. Y es que no es sincero en nada, sólo pone a prueba su aptitud en un caso u otro, lo mismo para ser jefe de la banda que para apuntarse el primero a la terapia -a la que no hay que olvidar que se presenta voluntario. De modo que toda la película tiene esa peculiar estética que yo encuentro típica del soñar despierto de un adolescente, y ese es el verdadero tema de la película –y la mayor prueba es que les guste siempre tanto. A todo joven le gustaría ser el jefe, llevar doble vida nocturna, burlar las normas de los adultos e incluso imponerse finalmente cuando estos tratan de cambiarlo -él está por encima de sus truquitos psicológicos conductistas, porque no tiene propiamente psicología, sólo impulso. Por eso digo que no es más que estética, porque no hay ningun elemento crítico o ético en el film. De hecho, la novela terminaba de muy diferente manera, y Kubrick suprimió el capítulo 20 donde sí que había una clara intención de mensaje por parte de Burguess. Pero es que es estética incluso en el plano más superficial, es decir, visual: el bar de las anfetas, el argot pseudoruso, el uniforme de la banda, la cárcel tan esquemática, la escultura fálica, las galerías donde liga, Beethoven... Nada real, todo como le gustaría a un adolescente que fuera su mundo, es decir, la película es la representación del deseo (simplista pero asertivo) de un diecisieteañero acomodado de los años sesenta. Ejemplo típico que recuerdo: cuando el chaval vuelve a casa reformado, habla con sus padres en una habitación de decoración imposible: pinchos metálicos por toda la pared en vez de papel pintado. ¿Pondrían esto en su casa unos padres tranquilos y convencionales? No, es lo que el prota le gustaría ver, puesto que a él no le pone nervioso, porque ya está nervioso siempre. La naranja... es el mundo imaginado por un chico impetuoso perteneciente a una sociedad rica pero sin más normas que la seguridad y el confort. Como esto no es gran cosa ni por asomo satisfactorio si uno tiene energías para algo mejor, no es extraño que pegue algunas hostias para desfogarse, pero ahí se queda todo su inconformismo -la política ni la huele. Y esto sí que es una buena crítica por parte de la película: que el prota está neutralizado, desactivado desde el principio, no puede ni podrá hacer verdaderamente nada ni nada ha hecho. He dicho.

martes, 13 de abril de 2010

Pirateamos y hacemos nuestro el decálogo del perfecto docente del blog "El feto flamenco"

DECÁLOGO DEL BUEN PROFESOR ESCRITO MÁS QUE CON LA CABEZA, EL CORAZÓN O LOS PIES, CON EL HÍGADO (NO CIRRÓTICO) miércoles 11 de noviembre de 2009, Feto-olé, en http://elfetoflamenco.blogspot.com/search?q=Dec%C3%A1logo

1º Al buen profesor le aterra aburrir a sus alumnos, pero entiende que el aburrimiento es inevitable y necesario, pues es, al fin y al cabo, el motor de todo conocimiento y experiencia artística.

2º El buen profesor es como ese pastor del belén, que nunca ve la estrellita de Oriente, mientras apacienta soñolientamente sus ovejas, y se resigna, cuando alguna de ellas cae barranco abajo.

3º El buen profesor no moldea almas ni conciencias, y menos un solo alma exclusiva y exquisita como en el poema cursi de Gerardo Diego. Desearía no dejar ninguna huella, más que el poso confuso que dan algunos saberes.

4º El buen profesor no sabe ser autoritario, por mucho que se lo proponga y lo ensaye delante del espejo. No está hecho de una pieza, sino de muchos remiendos y cicatrices mal cosidas, y aunque no lo sepa, es siempre él, a través de los pedazos de sí mismo que muestra.

5º El buen profesor conoce bien su campo y también sus límites, y piensa que solo se puede enseñar bien lo que realmente se conoce bien, por eso no tiene que recurrir a las artimañas blandas, baratas y pirotécnicas de la pedagogía.

6º El buen profesor ama el fondo de las cosas, la sustancia, y no soporta que las leyes educativas le conviertan en un burócrata amaestrado maestro de ceremonias de la inanidad y el vacío.

7º El buen profesor no se ampara en el cauce estrecho y esclavo de las ideologías, le molesta tanto los convencionalismos y rigidez de sus colegas como la rebeldía gratuita, y deja que la realidad le rectifique desde los cuatro puntos cardinales.

8º Al buen profesor le gustan más otras cosas que su clase, un buen paseo otoñal, una buena película, una buena comida regada con un buen vino, seducir a la compañera más joven y bonita de su centro.

9º El buen profesor mira a sus alumnos con encandilamiento, y se extasía mirando la rabadilla con pelusilla de sus alumnas púberes, mientras vigila un examen, como un pederasta platónico e iluminado.

10º El buen profesor compone oximorons inauditos y escandalosos, como el del punto anterior, y si alguien no sabe los que es un oxímoron, el buen profesor le explicará término tan inútil.

lunes, 12 de abril de 2010

Rita, sus ritos (II)

Una vez empleada la radio para su función de bombear basura al exterior, como diría Vicent, no creáis que se pone música, no ¿Porqué? Pues porque ella es músico, naturalmente. Y la música, para un músico, nunca es musiquita, es decir, no se escucha de fondo, no se bailotea, no te ameniza las tareas desagradables, no se pincha en el coche (si acaso, Debussy y Stravinsky interpretados por violín y piano: ¡cuán menos accidentes habría, eso hay que reconocerlo!), nada de eso. Más de un centenar de cedeses están para pararse, detener el mundo, contener la respiración y embeberse hasta el tuétano de la médula seksuarr... pero para eso, claro, nunca hay tiempo. Decía Balzac que los críticos son como las mujeres de la vida, que ya no disfrutan de lo que da placer a todo el mundo porque lo han convertido en su profesión. Una frase terrible: una certera venganza. Lejos de mí el apuntar que los músicos son a la vez críticos de música, los literatos críticos de literatura o los cocineros críticos gastronómicos, sólo digo que no pasa ná, que hay amores distintos, y que para cosa o cosita hay su oportunidad. Para predicar con el ejemplo, confieso mi debilidad por cierta cancioncilla de Efecto mariposa. Lo del save the music, que tenía su gracia en su momento, después de todo ha hecho mucho daño, os lo juro...

Avaricia

domingo, 11 de abril de 2010

Oración pagana


"Vivíamos a cuerpo de rey. Bebíamos como cosacos. Nos amaban mujeres de 


bandera. Gastábamos a espuertas. Pagábamos con oro, plata y dólares. Lo 
pagábamos todo: el vodka y la música. El amor lo pagábamos con amor, el odio 
con odio.
Me gustaban mis compañeros porque nunca me habían defraudado. Eran gente 
sencilla, sin formación. Pero, a ratos, me dejaba boquiabierto lo 
extraordinarios que podrían llegar a ser. Y, en aquellos momentos, le daba 
las gracias a la Naturaleza por haberme hecho un ser humano.
Me gustaban los maravillosos amaneceres de primavera, cuando el sol retozaba 
como un chiquillo, derramando por el cielo colores y centelleos. Me gustaban 
los cachazudos ocasos de verano, cuando la tierra exhalaba chicharrina y el 
viento acariciaba con ternura los campos olorosos para refrescarlos.
Me gustaba también el otoño abigarrado, embelesador, cuando el oro y la 
púrpura caían de los árboles y tejían tapices floreados sobre las veredas, 
mientras unas neblinas canosas de columpiaban, colgadas del ramaje de los 
abetos.
Me gustaban también las gélidas noches de invierno, cuando el silencio 
convertía el aire en una masa pegajosa y la luna meditabunda adornaba la 
blancura de la nieve con diamantes.
Y vivíamos entre aquellos tesoros y aquellas maravillas, envueltos en 
colores y centelleos, como niños extraviados que de pronto despiertan en un 
cuento de hadas. Vivíamos y luchábamos, pero no por unos despojos de 
existencia, sino por la libertad de ir de un sitio a otro y trabar 
amistades... En nuestras cabezas bramaban los vendavales, en nuestros ojos 
jugueteaban los relámpagos, bailaban las nubes y se reían las estrellas. 
Salvas de carabinas nos daban la bienvenida y nos despedían, muchas veces 
anunciando una muerte que bailaba impotente a nuestro alrededor sin saber a 
quien raptar primero.
A menudo, el placer de vivir me dejaba sin aliento. De vez en cuando, los 
ojos se me empañaban sin venir a cuento. De vez en cuando, alguien soltaba 
una imprecación soez y, al mismo tiempo, me obsequiaba con una sonrisa 
infantil y me tendía una mano callosa y fiel.
Se pronunciaban pocas palabras. Pero eran palabras de verdad, que yo podía 
entender fácilmente a sabiendas de que no eran juramentos ni palabras de 
honor, y, por tanto, podían darse por seguras...
Así los días estúpidos y las noches alocadas, que Alguien nos había regalado 
en recompensa por algo, galopaban entre serpenteos de colorines.
Y, por encima de todo aquello, por encima de nosotros, de la tierra y las 
nubes, en la zona norte del cielo, corría el extraño Carro..., reinaba la 
magnífica, la única, la embrujada Osa Mayor.
De ella, de nosotros, de los contrabandistas, y de la frontera, habla esta 
novela, que ha nacido entre el dolor y la añoranza de la belleza que se 
enconde en la Verdad, en la Naturaleza, y en el Hombre".

       Introducción a "El enamorado de la Osa Mayor", del polaco Sergiusz 
Piasecki, escrito en la cárcel por bandolerismo en 1937.

sábado, 10 de abril de 2010

Pelotas...

Esta noche los que no sabemos si Cristiano Ronaldo es argentino y Messi brasileño o al revés saldremos a la calle a partir de las diez en pelota viva, si el tiempo acompaña, a corretear nuestras vergüenzas por el Madrid de Abre los ojos, y cuando truene un gol saltaremos de excitación sin importarnos el marcador: ¡nudismo-ball!

jueves, 8 de abril de 2010

¿El fin de la pe(sc)adilla nuclear?

Rusia y EEUU han ratificado hoy el tratado de desarme y no proliferación nuclear bla, bla, bla. Al margen del marcaje que con ello hacen sobre Irán y Corea del norte, resulta una noticia "estupefaciente" -que decía Ortega- sobre el ánimo de la generación que todavía vivimos el terror de la guerra fría. Acojonados andábamos, lo juro, pensando que teníamos los días contados. El ruido de un avión nos hacía temblar. La carrera armamentística de entonces era la pescadilla que se comía la cola, y todavía en la guerra de Kuwait nos duraba el cangelo (largas tardes en la facultad de cervezas para apurar las últimas horas: qué tontos, qué jóvenes). Cierto que Obama ha reconocido que la total desaparición de los pepinos atómicos no lo verán sus ojos en vida, y cierto que éstos no van a "desinventarse" más que si acaso después de usarse. El "proyecto Manhattan", aquel en el que Oppenheimer armó las bombas de Hiroshima y Nagasaki -qué oportunamente nos hacen olvidar que sólo ellos han perpetrado semejante atrocidad en la historia-, tenía que justificar sus astronómicos gastos, y más por eso que por doblegar al nipón se volatilizaron 150.000 amarillos de un hongazo, bueno, de dos. Hiro-Hito le echo celestes cojones, ¿qué iba a hacer? En fin, luego hubo otros 34 años pá habernos matao. Esta resolución, realmente, es de temer que no suponga el principio del fin, sino el fin del principio, das ist klar, pero es lo mejor que tenemos, a ver...

La Gran vía, Chueca, Nietzsche y las ratas... (enviado por Jaime G., que está a la güay)


En efecto, a un Nietzsche ya medio demenciado por la sífilis y la filosofía a parte iguales, le dio por gustar de la música mediterránea, encontrando en ella la vitalidad solar y el desenfado picantón que, según su dolido punto de vista, faltaba a la alemana. Así, tanto la Carmen de Bizet como la zarzuela ibérica le parecieron expresivas de una forma de vivir propia del "mal salvaje" -fórmula para la que pido desde aquí el copyleft-, o sea, los instintos oreados a la fresca y la rectitud moral para los curas, actitud sin actitud para la que la muerte existe otro día y que encontró cristalizada en el siguiente trío:

http://www.youtube.com/watch?v=sK7BnIasvNw

No se me ocurre nada mejor que añadir hoy -mañana sí- sobre el aniversario de la famosa arteria madrileña, conque les ondulen a los contables del tiempo y sus interminables marcos memorables.

Cantimpalos

Esta ilustre localidad, que tantas alegrías nos ha dado, amenaza quiebra a causa de la seria competencia que se le hace desde la calle Génova y otras que lucen la insignia de la palomita, albatros o lo que sea -agüilicho disimulado, al fin y al cabo- sobre cielo, oh, azul (¿Juan Salvador Idiota, como decía Óscar Ladoire en Opera prima?), y eso que se sepa. Mañana, que presento película clásica de miedito y espantajo en La Tirana Malas Artes a las 20:30 -buscar en google-, se lo preguntaré a la amiga Natalia, que es de allí pero no se le nota nada, nada. Si es que no hay derecho, coño, el libre mercado.

Smalltown

miércoles, 7 de abril de 2010

Rita, sus ritos (I)

Se siente desgraciada si tiene que darse prisa al sonar el despertador, así que se toma su tiempo, hace el desayuno, pone la radio, se ducha parsimoniosamente y hasta haría la asana del saludo al sol si no fuera una descreída de misticismos. Pero eso era antes, cuando era una soltera aventurera y tenía el trabajo a tiro-piedra. Ahora, para tampoco sentirse desgraciada, retrasa abrir los ojos, achucha a los niños, pone la radio y luego zumbando se viste como Supermán en la cabina de teléfonos si tiene que llevarlos a la guarderida. Yo, que de un salto salgo de la cama y estoy en la calle fumando, lo que menos entiendo es lo de la radio. Debe ser porque tiene la conciencia limpia que amanece sin hebras colgantes de sueños y puede empañar la mente de basura informativa sin ensuciarla. Personalmente soy incapaz de tragarme ese bolo de pelusas sin ojos que se ha ido formando de noche bajo la cama que son las noticias de la mañana. Todavía me parece increíble que haya gente despierta dispuesta a recordarte que el mundo seguía regurgitando y erupcionando mientras dormías. Me imagino a los campesinos que trabajaban de sol a sol hace cien años, para los cuales la tierra se desperezaba a la vez que ellos. Claro que esos no se tiraban al pitillo industrial según ponían pie en el suelo, y luego trabajaban como auténticas jodidas fucking dawned mulas.

lunes, 5 de abril de 2010

Tres conferenciantes egregios

Mark Twain, G.K. Chesterton, Isaac Asimov. Se podían haber ganado la vida sólo entreteniendo al personal en un estrado. Y además tenían tema, no bastaba con ser graciosos, que lo eran. Varios temas, en realidad, muchos, puesto que los tres eran capaces de improvisar como campeones. El Gran Wyoming tiene su labia, pero no tema. Imanol Arias tiene labia y tema, pero no gracia especialmente. Dickens leía sus  propias obras con gran dramatismo, como Capote, pero no añadían nada más. Etc. ¡Qué tiempos aquellos! (igual hay hasta grabaciones, pero nos basta con el testimonio de los oyentes contemporáneos, y el caché que adquirieron). No hay realmente ningún motivo para que no continúe esa tradición hoy, salvo que nadie cree que pudiera funcionar. Los productores, pues, son los que tienen que arriesgarse: la palabra sigue gustando, si enseñamos a la gente que no sabe que le gusta que sí le gusta. Las imágenes son idiotas, etimológicamente: únicamente se refieren a sí mismas, no permiten al espectador matizar su discurso monológico, a no ser que se sea diseñador gráfico o publicista, que es el nuevo púlpito. Hay que bajarse a la tarima, hay que intuir la reacción de los oyentes, hay que tenerlos delante para sospecharlos y acertar. Las bandas que ofrecen conciertos presumen de eso, pero va de oficio. El aedo no tiene versión en estudio y versión en directo, todas son en directo y se enriquecen con la práctica. Una palabra a tiempo vale más que mil imágenes intemporales, y no obstante ahí va una de época:
imgres.jpg

domingo, 4 de abril de 2010

El universo conocido

http://www.youtube.com/watch?v=17jymDn0W6U&feature=player_embedded

Educación para la ciudadanía, VV.AA., Akal


Hace bastante tiempo ya que apareció publicado un nuevo texto de Carlos Fernández Liria y amigos (esta vez no el lírico y lúcido Santiago Alba, sino su hermano Pedro y Luís Alegre Zahonero), en esta ocasión con el pretexto de la controvertida asignatura de Educación para la Ciudadanía –controvertida no sólo para esas manipuladas familias que objetan para que sus hijos no la reciban, sino también para los profesores que, a decir verdad, no tenemos especiales ganas de impartirla. No es, efectivamente, más que un pretexto como cualquier otro para que los autores se despachen a gusto acerca de unas cuantas verdades que raramente se leen en un lenguaje tan directo y que jamás se oyen ni se oirán en los llamados mass media. Es, pues, un libro necesario pese o gracias a su aspecto (estético y discursivo) de “fancine”, y esto es lo mejor que, a nuestro juicio, se puede decir de un libro recién editado. No obstante, resulta difícil ocultar los graves errores metodológicos que afectan la concepción global del texto –y que las ilustraciones de Miguel Brieva refuerzan considerablemente al arremeter contra cualquier cosa de una manera barroca y del todo inconexa con respecto al argumento que sigue el libro; lastima de El Roto, ya puestos. Tales errores pueblan toda la primera mitad del escrito hasta el punto de que no queda nada en ella que no quede ahogado por el disparate filológico, filosófico e histórico. Allí, Sócrates y Platón se dan la mano con la Ilustración dieciochesca, y ésta con la doctrina comunista de Marx, en un totum revolutum que no sabe dar razón de los inmensos interregnos temporales que los separan más que por medio de la metáfora de un tsunami histórico (¿?) o el todavía peor recurso a una versión política moderna de la mitología griega que deja todo que desear. Los que hemos oído a Carlos en su modalidad académica ya sabemos que todo este lío heurístico e ideológico -en el mejor sentido este último término- responde a la mitología no griega ni caldea ni copta, sino estrictamente personal del pensador, que se las ve y se las desea para coordinar en su, sin duda, noble y fino espíritu, las muy diferentes informaciones e influencias que absorbe en la complutensina facultad de Filosofía. De manera que de la mezcla de Tales de Mileto, Kant, Saint Just, y, por supuesto, Marx, sale un mito absolutamente anacrónico y simplista según el cual cierto misterioso vacío originario (agujero, también, por el que cayó Tales) está, sin embargo, misteriosamente lleno de leyes impersonales que se identifican con la expresión -la “gramática”- de la libertad a la vez que con un anarquismo ahistórico y con la posición ética de ponerse en el lugar no del otro, sino de un pasoliniano “cualquiera”. Lo que resulta, en consecuencia, de esta primera mitad es un discurso oscuro, reiterativo e injustificado en el que lo único con sentido filosófico riguroso que se afirma es que la Ilustración consiste en el protagonismo histórico de la política en la vida de los hombres –pero, claro, esto no lo negaría tampoco un Edmund Burke, que, sin embargo, sería el enemigo paradigmático de la visión ilustrada que defiende Fernández Liria. Para rematar, tampoco se aclara, a nuestro parecer, en lo que respecta a los pueblos llamados “salvajes”, que por un lado la antropología enseña a respetar frente al ataque imperialista pero que, por otro lado, carecen de ese enigmático vacío que, según parece, es condición de posibilidad de una política responsable y plenamente humana. Así que se muestra entre comprensivo y condescendiente con ellos, por fundarse en otros mitos diferentes del suyo propio personal.
La segunda parte del libro, empero, es mucho mejor, y la pésima filosofía deja paso al excelente panfleto. A las tremendas realidades que se denuncian aquí tan sólo les ponemos una objeción, pero esta no es pequeña. Y es que éstas son clasificadas bajo una categorización, la del Estado de Derecho o la Democracia o la Ciudadanía, que es un a priori formal, de nuevo, mítico, de la argumentación. Las tres funcionan, en efecto, como una categoría historiográfica que se proyecta acríticamente a toda la historia de occidente, a la vez que se reconoce que no la encontramos en ninguna parte de la misma. Qué cosa: siempre ha estado y no estado al tiempo, como el propio Dios en Persona, en la forma de una intención utópica que ha sido repetidamente estrangulada en la cuna –al igual que Dios ha querido sempiternamente el Bien, pero el pecado humano se lo ha impedido. Pero esto no significa siquiera que Fernández Liria y co. sean maniqueos, porque nunca habido más alternativa al Mal real que un Bien intencional, de modo que el Mal no ha tenido rival en la historia –son, por tanto, más bien gnósticos. Menos, tal vez, en el presente y tal vez en el futuro, puesto que Cuba, Venezuela, Bolivia y quién sabe si otras naciones sudamericanas puede que representen hoy esa esperanza que, en último término, los autores no quieren negar del todo al lector. Para ello, se utiliza sistemáticamente la argumentación del “¡y tú más!” que ya se empleó en el Informe sobre Cuba de 2005 (editado en Hiru). Consiste en la estrategia según la cual si desde las democracias capitalistas se ataca a esos países rebeldes por el incumplimiento de conceptos esenciales del derecho moderno, entonces se contraataca señalando las mucho mayores imperfecciones -en extensión y profundidad- con que esos conceptos se plasman en el occidente neoliberal. No les quitamos ni un ápice de razón, pero como maniobra dialéctica es manifiestamente mejorable –quizá abandonando estos autores el estudio de la filosofía y metiéndose de lleno en la politología, si no es impertinencia. 
Porque eso es lo mejor de este librito que, después de todo, lleva una tarde larga leer y no sin provecho: que centra su atención en los problemas y los hechos reales, y no en las teorías a veces abstrusas (hay un continuo desprecio por cierta postmodernidad, la que conocen) que se orquestan para taparlos. Los cargos contra las criminales astucias del capitalismo pasado y presente -que, por cierto, es también una esencia intemporal cuya epifanía surgió tan tarde como la revolución francesa-, nunca serán lo suficientemente imputados, y este texto los remarca, tipifica y condena como un juez insobornable. Otra cosa es que eso sirva de algo para despertar la conciencia crítica de los atolondrados chavales de la ESO, pero este es un asunto distinto del que el texto pronto se olvida por completo para, como dirían ellos, “ir a su rollo”. Que canteo de discurso, trón.