Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

lunes, 2 de abril de 2012

Trampa de cazadores, Pelayo Martín, Akal, 2012


Aún me retumban los oidos, todavía veo en hierro y lodo, sigo con el corazón estragado… Acabo de dar fin a la lectura de la última novela de Pelayo Martín y sé con bastante certeza que no podra haber una segunda parte, aunque la guerra, nuestra guerra, durara dos largos años y medio más tan solo en los frentes. Al señor Martín se le nota enamorado de su protagonista, de manera análoga a como Arturo Pérez Reverte lo está de los suyos. Esos personajes correosos, de colmillo retorcido, que apenas tienen nada que perder más que su propia estima enganchan mucho. Tal vez sea porque exaltan la impotencia que sentimos a diario a la categoría de destino, pero de un destino peleado hasta el último centímetro. Isidoro Amarras es mucho más hablador que el capitán Alatriste: también tiene mucho más que decir, y no piensa permitir que un chiquillo lo diga por él. Desde el Alzamiento hasta noviembre de 1936 pasando por la toma del Cuartel de la Montaña, la defensa de la Casa de Campo, la carnicería en la Facultad de Filosofía, la llegada de Durruti a Madrid y la batalla del Clínico, toda una odisea de lucha, dolor y muerte. 
Hay dos grandes tradiciones de ficción bélica que hemos heredado del turbulento siglo pasado: la primera, emblematizada por Erich María Remarque o Robert Graves, llora por las víctimas de conflictos fatales, cósmicos, absurdos; la otra, más romántica, odia la guerra tanto como la ama, en tanto prueba de fuego del hombre auténtico. Hemingway, Hassel, son paradigmas de esta última. Con total ecuanimidad, Pelayo Martín bebe de ambas para reconducirlas hacia la amargura por esa acre madrastra que fue y a veces sigue siendo España, cuyas heridas parecen no terminar de cerrarse nunca. Y lo hace magníficamente, casi sin dejar respirar al lector, con gran eficacia narrativa y no poco humor negro. La guerra, y no el sexo o el arte, ha sido sin duda la experiencia más intensa de la humanidad a lo largo de su historia, pese a que hoy nos cueste imaginar el ardor jubiloso con que los hombres acudían a ella. Los buenos escritores nos hacen comprender eso y también el horror que necesariamente le seguía, a fin de no olvidarlo mientras que, por suerte o por casualidad, podamos todavía estremecernos con horror épico del casi siempre espantoso pasado histórico desde una cómoda butaca.


http://amarras1936.blogspot.com.es/2012/04/presentacion-de-trampa-de-cazadores.html 

http://www.periodistas-es.org/libros-y-publicaciones/trampa-de-cazadores-de-pelayo-martin


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