Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

domingo, 30 de mayo de 2010

La trifulca de las copias "ilegales", por Rita L.

Pues sí, estaba mal hecho desde antes. O no estaba tan mal hecho, pero sí contenía dentro de sí mismo el germen de todo esto que iba a pasar.
Gracias a la tecnología, los músicos o artistas de toda la vida dejaron de tener que estar presentes ante su público para poder ser escuchados y enriquecerse con ello. Fue un regalo magnífico que los nuevos avances les hicieron: con un coste pequeñísimo su trabajo podía copiarse infinitamente y ellos enriquecerse proporcionalmente. A nadie le pareció mal que, de pronto, un músico o artista, un trabajador como cientos de otros, pudiera convertirse en líder de masas y alcanzar una calidad de vida propia de grandes magnates: probablemente esto fue porque hubo mucha gente que se lucró por el camino con una cara y una causa bonita (el arte) como bandera. La tecnología hace estos regalos de vez en cuando: también a los empresarios de todo tipo la tecnología les hizo un inmenso regalo con la mecanización del trabajo. Con la utilización de máquinas, coches, cajeros automáticos, internet, etc., se pudieron ahorrar un montón de dinero en puestos de trabajo. Y aunque hubo muchos afectados y cabreados por ello, la idea general acabó siendo que frenar el torrente creador de la tecnología era peor que frenar a Dios mismo. Por una vez y sin que sirva de precedente hemos asistido en los últimos años a un gran acontecimiento histórico. Ahora, la tecnología ha hecho un regalo al ciudadano de a pie: el emule o la posibilidad de compartir archivos digitales hizo posible que para una gran cantidad de gente el bolsillo no fuera un obstáculo a su desarrollo cultural, a su curiosidad, a su entretenimiento o a su avaricia coleccionista. Los creadores de este magnífico invento hicieron especial hincapié en dejar claro que su invento era gratuito, y todos los usuarios que abrieron sus ordenadores a la comunidad de las descargas, también. Pero estos desmanes de la tecnología por querer salirse del mercado no podían ser resistidos por las autoridades. Tampoco se salieron tanto, nadie es perfecto: a las compañías telefónicas también les hicieron un gigantesco favor: la gente empezó a pagar el ancho de banda y las conexiones 24 horas, ellas a embolsarse los beneficios y, que yo sepa, hasta hora nadie les ha metido mano.
El caso es que la tecnología nos ha hecho, por primera vez, un regalo a los ciudadanos que las autoridades ahora no quieren permitir. Y dicen que estamos robando y todas esas cosas alucinantes, y mucha gente cabal que antes se aprovechaba del invento, como todos, ahora baja la cabeza, y acata la nueva norma, pensando que tenía que ocurrir, que era normal que un acto de picaresca acabara así, con todos en el calabozo. Pero por muy ingenioso que haya sido el invento, no hay que engañarse ni inculparse lo más mínimo, ni ver en ello la más mínima picaresca. La descarga por internet debería ser algo perfectamente legítimo y así es como deberíamos defenderla, además de como bien cultural. Si compras un plátano y con él haces un millón de chicles con esencia de plátano, gracias a que alguien se ha inventado una máquina fantástica para ello, el agricultor no puede recriminarte por ello. Pero los abogados de la industria dicen que claro, que no es lo mismo, que el plátano es finito y en algún momento se acabará y que en cambio la información digital es copiable infinitamente. También señalan que un empresario de chicles de plátano tiene un coste importante, que en la transformación de plátano en chicles lo de menos es el plátano, pero que, en cambio la transmisión digital de datos por copia o intercambio de archivos hoy en día es facilísma…Pues claro, por eso os había gustado tanto el invento cuando os enriquecisteis con ello. Un invento simple y ambicioso que servía para convertir a un trabajadorcillo de la música y unos cuantos acólitos en los amos del mundo, resulta que guardaba dentro de sí mismo, como una pequeña bomba de relojería, la posibilidad de pasar a las manos de todos. Qué bonito.
Los intentos por convertir el asunto en una cuestión de derecho por parte de las autoridades o los interesados, a mi juicio, no tiene pies ni cabeza. Pero puesto que desde la legitimidad sus argumentos son más que dudosos, lo que han hecho ha sido acudir a la demagogia y a intentar dar lástima (qué vergüenza)…. Por una parte a contabilizar las pérdidas como efectivas, como si los sueldos de la gente fueran infinitamente estirables (como las copias digitales), y no consistieran en un máximo de unos 30 euros mensuales destinados a los caprichos y el ocio que hoy día, sí, en lugar de ser invertidos en un disco y medio, del que probablemente luego nos gustará una canción, son invertidos en una conexión de internet. Aquellos que hubieran invertido más en discos sin poder permitírselo caen dentro de la patología. Por otra, a la palabrería que dice que la industria no sobrevivirá y no habrá más música y blablabla. ¿Y qué? Sobran muchos músicos y muchas pelis hoy en día. Si les resulta tan caro el negocio en parte es por la ingente cantidad de dinero que se gastan en intentar meternos en la cabeza reclamos para música y películas-mierda en ingentes campañas de promoción. Si el arte dejase de ser un supernegociazo para convertirse en un negociete del montón saldríamos ganando todos, ellos se ahorrarían esa pasta que supuestamente, pobrecitos, se gastan y no recuperan, y nosotros podríamos seleccionar más libremente. Probablemente muchos de los que han sido elevados hasta la cumbre por los medios de masas desaparecerían, pero qué le vamos a hacer…. Será un descanso. ¡Oye, y los que no quieran que se les copie que graben en formato digital, que lo hagan en vinilo o en casette, o que no salgan de su casa, si no quieren correr el riesgo!
Pero no nos acaloremos… esto no va a suceder….

3 comentarios:

  1. Los cambios se suceden vertiginosamente, nadie puede anticipar cuál va a ser el futuro, qué soportes se van a imponer o cómo van a ganarse la vida los profesionales de la cultura. En la edición musical, la crisis es evidente y cada vez se lanzan menos discos por la sencilla razón de que no son rentables. Observo a mi alrededor y me encuentro con que mis músicos favoritos, esos que antes sacaban un disco por año, ahora se lo piensan más y con suerte aparece una obra cada tres o cuatro años. Muchos hablan de la autoproducción, estudios caseros y esas cosas. Bueno, en algunos casos está bien esa "intimidad", pero echo de menos las producciones más lujosas. Con la popularización de los lectores electrónicos de libros, el problema se puede extender a la literatura. A mí me importan un carajo los autores supervendedores, pero ellos permitían que las editoriales publicasen obras de autores menos queridos por el gran público, lo cual al final se traducía en una variedad que contentaba a casi todos (los que leen). El problema es que los autores que no son estrellas no son ricos. Que publicar un libro que solo va a vender 5000 ejemplares no es el negocio del siglo. Y si hablamos de literatura extranjera, hay que traducir, es decir, buscar un traductor serio. Y ese trabajo se paga. ¿Por qué la industria cultural no puede tener derecho a existir? De acuerdo, si en otras épocas, con peores condiciones, a veces ni había casi lectores porque la masa era analfabeta, pues en otras épocas el arte sobrevivió y , por lo tanto, ahora también sobrevivirá. Lo malo está siendo la transición. En épocas de escasez, solo se produce lo verdaderamente rentable. Las librerías norteamericanas, a veces ubicadas en supermercados, ofrecen 7 títulos. Y mientras aquí algunos se quejaban de que se publicaba demasiado. Querían clones en vez de ciudadanos. No sé, me gustaba pensar que se podía vivir de escribir o de la música, aunque fuese sin muchos lujos. ¿La alternativa es crear en el tiempo libre? ¿Autores aficionados? Ahora sería el turno de un lector de una editorial, que nos dijese cuál es nivel medio de los manuscritos que les llegan. Perdonen el desconcierto, pero es que en ninguna otra época de la Historia los cambios se habían producido con tanta celeridad, lo que antes acontecía en dos siglos ahora se da en una década o menos. Miguel G.

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