Rearme informativo para el Sahara Occidental, por Rita L.

Con motivo del Festival de Cine del Sahara, tuve la oportunidad de visitar la semana pasada uno de los campos de refugiados saharauis instalados en el suroeste de Argelia.  La parsimonia y dilatación infinita del tiempo a la que obligan el sol abrasador, la postergación de la solución del conflicto durante 35 años y la ausencia de cosas que hacer  (¿pues qué puede hacerse en un lugar en que no hay ni trabajo, ni luz, ni bibliotecas y ni tan siquiera un bar?), contrasta con la urgencia con la que los saharauis viven la necesidad de informarnos a los extranjeros sobre su situación y la de los territorios ocupados. Entre los jóvenes y los no tan jóvenes, esta urgencia apremia hasta el punto de considerar seriamente romper el alto el fuego,  pues si bien son conscientes de que unas cuantas bombas no podrán vencer al ejército marroquí, quizá al menos sirvan para derrotar a la ignorancia general y al silencio informativo al que desde hace tanto tiempo están condenados.  Es tan fácil contagiarse de esta urgencia por difundir lo que nos cuentan, que apenas llegados allí, todos los visitantes, los que son periodistas y también los que no lo son, se lanzan entusiasmados a mandar estos mensajes al mundo, buscando las mejores entrevistas y luchando contra las inclemencias de las comunicaciones. Tal es el nivel de implicación, que uno sale de allí pensando que lo han conseguido, que el festival de cine y el grupo de periodistas que lo acompaña han logrado servir de plataforma para la reivindicación de unos derechos fundamentales y que ya nada podrá ser igual que antes. Y aún embriagados por estas emociones y esta misión, ya de vuelta en Madrid encendemos la radio y abrimos los periódicos con ansiedad… Para darnos de bruces contra el tedioso Gürtel y la omnipresente crisis repitiéndose en bucle hasta la saciedad.  ¿Es posible que no pueda haber espacio informativo para todos?