No me refiero, desde luego, al culo de Jennifer López, por muchos millones a que lo tenga asegurado. Este año que transcurre está resultando la calma en medio de la tempestad, la cerilla encendida en el tenebroso tunel de cieno, fasto y nefasto a la vez, un choque de sentidos opuestos que ni el mismo Heráclito concibió. Ojalá que vivas tiempos interesantes, dicen que dice la maldición china. Lo bueno de que ocurran cosas buenas no es sólo el hecho en sí, que luego se va, como predica la escuela profundamente triste del Carpe diem, sino al contrario: que suceda eso es prueba de que habitamos un universo en el que siempre puede volver a suceder. Lo cual, desdichadamente, no consuela de lo demás, pero justifica el conjunto, porque el suceso pasa a la historia, mientras que la posibilidad es eterna. En fin, tiene gracia que hasta el 1905 de Einstein haya sido puesto en entredicho recientemente, ya que esta despedida significa no otra cosa que se abre la posibilidad de nuevo de otro 1905 semejante...