La luminaria ibérica, ya mayor, decide acudir a unas conferencias en Darmstadt, Alemania, organizadas por unos arquitectos de allí en el año ´51. ¿Qué se le ha perdido a estas alturas de su vida por esas tierras? Bueno, él se supone que supo y sabe el idioma teutónico, y además su admirado Heidegger va a hablar allí la mañana de una día del cual a él le asignan precisamente la tarde. No sólo admira a Heidegger, hecho que declara abiertamente en su turno de palabra: lo cierto es que ha dedicado las últimas décadas de su docencia pública a apropiarse como suyo Ser y tiempo traduciéndolo al castizo modernista de sus escritos y alocuciones, pero sin apenas mencionarle. Esta es la ocasión, tal vez, de hacerle alguna aguda y brillante apostilla, siempre entre colegas y con mediterráneo salero. Se trata de un encuentro en la cumbre, donde el alemán ya estaba instalado hace tiempo y el español espera ser bien recibido, quizá como un igual. Sin embargo, lo que escucha esa mañana (él dice que llegó tarde, y que al colocarse a la espalda del bávaro le oía mál y tal) le desconcierta, y comienza a sentirse un invitado de compromiso (él dice que no le advirtieron de que el congreso versaba sobre arquitectura, de lo que extrae un juicio histórico sobre la Alemania de postguerra). Total, que cuando le toca hablar, Ortega lee una página, se detiene para disculparse por no haberlo podido preparar más, continua con lo que confiesa una improvisación pero que no es más que lo que Arnold Gelhen -rector de Friburgo en sustitución de Heidegger- escribía sobre antropología en periodo nazi, y finalmente se resarce días después anotando su impresión sobre todo el evento para la posteridad. ¡Ay, España, si es que ni tus "minorías selectas"!
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¡Si es que hay gente pa tó! http://cordobapedia.wikanda.es/wiki/Hay_gente_pa_to
ResponderEliminarFamoso, sí. Pero anda que ser torero es poco raro... (explícaselo a un esquimal)
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