Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.
Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Hoy comemos, los seis, en Ikea por 8 euros ... por Gonzalo Suárez
Perritos a 50 céntimos, albóndigas a un euro... Personas en apuros
recurren a las ofertas de Ikea para comer caliente. Un cliente: «Quien
pasa hambre es porque quiere»
La mujer se plantó ante el
mostrador de Puri, en la cafetería del Ikea de Murcia, al caer la tarde.
En una mano llevaba un billete de cinco euros; en la otra, un repóker
de niños hambrientos. Pidió cinco menús infantiles: pasta, yogur y zumo a
un euro por cabeza. - Cocinera, ¡échanos más macarrones, que tenemos hambre!-, aullaban los chavales. - Hágales caso. Ellos tienen hambre... y yo no tengo más dinero-, terció la mujer.
La cocinera se conmovió ante la escena. Así que, disimuladamente,
sirvió un cacito extra a cada niño. «Eso sí, la madre se quedó sin
cenar», recuerda.
La cafetería de Puri, como la de las 18
tiendas de Ikea en España, lleva meses a reventar. Y no sólo de clientes
que toman un tentempié mientras amueblan la casa. También hay personas
en apuros económicos que combaten el hambre con las ofertas de la
empresa sueca. «Desde que empezó la crisis, esto es el no parar»,
resopla la cocinera.
En Ikea se puede comer todo un día por
sólo tres euros. De desayuno, café y un bollo: 50 céntimos. De comida,
un menú infantil: un euro. De merienda, un perrito caliente: medio euro.
Y, de cena, diez albóndigas con puré de patatas y salsa de arándanos:
otro euro. Más barato que cocinar en casa.
De ahí que hayan
surgido auténticos expertos en exprimir estas ofertas. Como Israel, de
36 años, y Cecilia, de 28, que visitan dos veces a la semana el Ikea de
Alcorcón (Madrid), a los que hoy se ha unido la madre de ella, María
Luisa. Por sólo 5,80 euros, cenan los tres: dos raciones de albóndigas,
tortitas con nata, más pan, café y refresco.
El trío explota
todas las rendijas del sistema. El café les sale gratis porque tienen la
tarjeta Ikea. El refresco es rellenable, así que comparten un vaso
entre todos. Y los días que no hay oferta de albóndigas, se contentan
con el menú infantil. «Con eso cenas... Aquí quien pasa hambre es porque
quiere».
Así, algunos han convertido Ikea en una especie de
comedor social. En el Ikea de Jerez, tres matrimonios con hijos cenan
allí casi todos los días. Piden albóndigas más un refresco para
compartir. Los días especiales, añaden un cucurucho de helado para los
niños. La familia duerme con el estómago lleno por cuatro o cinco euros.
«Ni McDonald´s puede competir con esto», coinciden Silvia y Rubén, dos
inmigrantes mexicanos que cenan albóndigas y refresco de cola en el Ikea
de Hospitalet. «Es bueno. Es barato. Y el lugar es cómodo».
Cuando fundó Ikea, Ingvar Kamprad solía decir: «Un estómago vacío no
compra muebles». Ahora, la crisis ha falseado esta sentencia. Cada vez
más clientes utilizan el atajo semioculto que permite saltarse el
laberinto de muebles y plantarse directamente en la cafetería. «Muchos
sólo vienen a comer», confirman los sindicatos.
En Ikea no
facilitan estadísticas sobre este fenómeno. En cambio, sí que confirman
que han modificado su política de precios por la crisis. «Este año hemos
reducido los precios de nuestros productos de alimentación más vendidos
para que todo el mundo pueda comer comida de calidad a buenos precios»,
dice Kevin Johnson, director del área de restauración de Ikea.
Seis millones de perritos, 16 millones de albóndigas... Las cifras de
ventas son colosales. En total, sus cafeterías facturaron 55,67 millones
de euros el año pasado, un 23% más que en 2009. Y eso que han
recortado sus precios, lo que significa que el volumen de comida que han
servido crece todavía más.
En Alcorcón, nada hace intuir esta
tendencia. La clientela parece la de siempre: jóvenes que montan su
primer hogar, familias cargadas de muebles... Pero, entre el gentío,
se detecta a los que sólo han venido a comer. El jubilado que rellena
el café tres o cuatro veces. El cuarentón que recicla un vaso de la
basura para tomar un refresco gratis. Los clientes que remolonean hasta
las 17:00, cuando entra en vigor la oferta de las albóndigas a un euro.
Entre los adictos de los meatballs está la familia Navarro-Sayabera.
Por ocho euros, cenan seis: el matrimonio (Ana y Juan Jesús), los niños
(Marcos e Irene) y los suegros (Rosa y Simón). Entre todos, dan buena
cuenta de una ensalada y seis platos de albóndigas. -¿Por qué vienen a Ikea? -Mi mujer está en paro. Yo monto ascensores y ya sabes cómo está la construcción... Hay que ahorrar-, cuenta Juan Jesús.
El fenómeno es cada vez más habitual en España. Aunque, de momento, ha
pasado desapercibido. Aquí no se han producido las protestas de Bélgica,
donde la patronal de hosteleros invitó a 200 vagabundos a Ikea para
denunciar su «competencia desleal». «Tras ver las albóndigas por un
euro, la gente tratará los restaurantes normales como ladrones», dijo su
presidente.
Muchos restauradores no entienden cuál es el
negocio de vender diez meatballs a un euro. Y la respuesta es simple: en
realidad, no es un negocio. «Ikea concibe la venta de comida como un
servicio, no como una actividad de la que sacar beneficio», explica una
portavoz de la multinacional sueca.
Gracias a la cafetería,
Ikea consigue que sus clientes se queden más tiempo en su local. Además,
los precios ajustadísimos afianzan su imagen low cost. Tras la paliza de recorrer la tienda, lo último que ve el cliente es un perrito a 50 céntimos.
Pese a estas irresistibles ofertas, las cafeterías de Ikea ganan
dinero. O, al menos, no lo pierden. «Teniendo en cuenta que en 2011 se
vendieron 16 millones de albóndigas, en raciones de 10, 15 o 20
unidades, no es difícil entender que los grandes volúmenes permitan
generar lo suficiente para pagar los costes de estructura», explican en
Ikea.
Pero esta jerga de MBA no está en la mente de las
personas en apuros que visitan sus instalaciones. En el Ikea de
Badalona, por ejemplo, un hombre demacrado almorzaba todos los días dos
perritos calientes y varios vasos de refresco.
-Señor, que esto no es sano-, le decía la responsable del tenderete. -Ya, hija, pero no puedo permitirme otra cosa. Hace semanas que el cliente no aparece a su cita diaria. «Estoy preocupada», admite la camarera.
De vuelta a Murcia, Puri recuerda a la pareja que pidió cuatro raciones de
albóndigas: dos para comer en el momento, otras dos para un tupper. O
el matrimonio de ancianos que, avergonzados, le pidieron comida gratis.
«Saqué dinero de la taquilla, me puse a la cola y les invité a
cenar...», recuerda. «A veces, este trabajo te parte el alma».
Se diría perfectamente posible, aunque difícil, caerle mal a todo Cristo, pero lo contrario está por encima de lo humano e incluso de lo divino. El invento este del blog apareció dentro de esta década que ahora acaba a fin de que muchos seres anónimos tuviesen su escaparate público, y, en efecto, han conseguido ser publicamente anónimos perdidos en la vastedad de la red, enhorabuena. Nadie en su sano juicio seguiría atentamente los delirios o miserias diarios de nadie, por eso aquí aspiramos únicamente a autoabastecernos, como si una nueva especie biológica fuera capaz de alimentarse de sus propias heces. Un especimen así podría sobrevivir en Marte con unas mínimas condiciones de habitabilidad, sin dar cuentas a nadie y rumiando lo que le de la gana en su soledad post-social. Lo sabemos: teneis otras cosas mejores que hacer, capullazos, pero lo mismo seguiremos permanentes como la funerala, chismorreando solos en mitad de la multitud, por chulería, por grafomanía, por narcisismo, por gratitud y porque sí.
Apuntes y comentarios para uso de profesores de filosofía en bachillerato
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