Dejó caer mi amigo Álvaro la otra tarde como quién no quiere la cosa que
esta denominada crisis, además de
maligna y estúpida -no hace falta repetirlo-, también parece un vasto
erial, y tiene toda la puñetera razón. Se refería a que apenas
ocurre nada más que estancamiento o decaimiento generales, siendo las
únicas reacciones visibles del año en curso las necesarias manifestaciones, el airado
movimiento de correos electrónicos,
las previsibles tertulias inacabables en televisión, bares y casas y
poco más, fenómenos que representan algo así como el agitarse de
la lagartija descabezada, que de puro nervio se mueve sin saber adonde.
Los chicos y las chicas no
nos salen con músicas nuevas o rebeldías estéticas, los catedráticos no
elaboran innovadores tratados de economía política, los pescadores en
rio revuelto no nos asustan
inventando religiones, todo está parado, paralizado, postrado, como
aguardando. En los años sesenta, sin ir más
lejos, tenían mucho menos motivo para quejarse y no obstante lo hicieron
mediante el hippismo, la
contracultura, la huida a Oriente, el hard rock y más tarde el punk. Por
no hablar de siglos anteriores de la historia europea, en los cuales la
creatividad ante el desastre era tanta que ni siquiera llegaba a ser
consciente de sí misma.
Las únicas
excepciones que encuentro a esta uniformidad apática son, en un extremo,
Sánchez Gordillo, y en el extremo opuesto (no sólo ideológicamente,
sino por sus formas), el rebrote neonazi en Grecia. El 15 M parece haberse retirado a sus cuarteles de invierno sin haber puesto aún el huevo, las primaveras han sido sustituidas por los otoños y Anonymous esperamos que no fuese derretido por el verano. Y no
es que yo quiera movida de cualquier clase a toda costa, ni mucho menos. Es probable que
para todo eso sea todavía demasiado pronto -muchos creen aún en la
"salida" o "solución" de la crisis, como si fuese la cura de la gripe A, y no una
reestructuración del Capital. Sólo digo que me extraña. Como si fuese
verdad aquello de que el universo no terminará con un gran estallido,
sino con un agónico gemido. Será el signo de los tiempos, que diría
Alvaro.
viernes, 21 de septiembre de 2012
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Quiero decir que hay olas pero no hay espuma, y no me sirve la cantidad de arte o humor (son indistinguibles) que a propósito de ello nos sale al paso: el humor sosiega en una especie de venganza simbólica que deja todo como estaba, desgraciadamente.
ResponderEliminarVeremos qué pasa el 25-S, puede marcar un antes y un después, o no.
ResponderEliminarAsí, sin efecto sorpresa, temo que lo máximo que produzca en los cráneos sea bonitas brechas.
ResponderEliminarSerá cosa de la flojera que me ha dejado la colitis... pero es que no puedo estar en desacuerdo con un sólo párrafo... estaré grave... será que muero...
ResponderEliminarTambién lo escribí con colitis, de ahí la afinidad estrictamente temporal. Pero insisto: tú, de entre todos los gorilas, tienes la sacrosanta misión de mantener viva la llama sin desmayo.
ResponderEliminareso es verdad. si pelayo desfalece es que la cosa está chunga de verdad. sosa, sí; pero cáustica.
ResponderEliminarni marchándose esperanza no nos vuelve la esperanza es que ya se nos ha caducado. lo nuestro es esperrrrancia.
escribo esto con el tránsito intestinal en perfectas condiciones. mejor que coronado cuando terminó de grabar el anuncio, informo.
"un vasto erial" es una descripción perfecta, sin duda.
v´sssss
La llama del lanzallamas, o sea.
ResponderEliminarPero al margen de esperanzas, yo hablaba de que no hay vidilla, como en otros tiempos ha habido vidilla sin finalmente alcanzarse nada, es decir, que no hay porqué hablar de utopías cada vez que se protesta, al igual que yo puedo desear un buen funcionamiento de mi tránsito intestinal estropeado sin por ello esperar que mañana y para siempre cague oro, como el moro. No es cuestión de todo o nada, apuesta que termina habitualmente en victoria de la nada. Pues eso.
Es el mundo al revés. Ahora solo enseñan las nalgas en mini shorts las purasangre de los colegios privados, mostrando sin pudor su afición al desenfreno y la lujuria. Toda la vida con una falda plisada por encima de las rodillas es la simiente. Es el único signo externo (frívolo, claro que sí) de rebeldía que veo cada mañana. Luego está Zola y la novela de la realidad. Sí, vamos siendo devorados por la miseria y aquí parece que no ocurre nada. Aletargados detrás de móviles, ordenadores, redes, obedientes, sumisos, derrotados antes de la batalla.
ResponderEliminarSeguramente, Oscar, sea como dices, y estemos viviendo un tiempo que anticipa otro tiempo. Y tal vez sea una nueva oportunidad. Como siempre, los jóvenes tienen la última palabra.
Y es que las comodidades son muy cómodas...
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