Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

martes, 9 de febrero de 2010

La culpa de la culpa

Toda la intelectualidaz librepensadora desde hace siglos devanándose los sesos por aniquilar el sentimiento de culpa de nuestras almitas, como si no hubiese motivos para tener remordimientos, como si el pasado pudiera o debiera olvidarse o como si ciertos tipos no merecieran cadena perpetua de mala conciencia. Se dice que es judeocristiana, cuando ya hay testimonios de ella en la antigüedad, como es obvio. Se dice que es inducida por el super-yo, cuando éste es parte necesaria de nosotros mismos, menos mal. O se dice que es una pasión reactiva, negativa, cuando resulta un potentísimo motor de acción (y omisión). El truco está en que los críticos de la culpa se sitúan en el mismo plano metafísico en que se retuerce el pecado religioso, y así nos dan gato por liebre haciéndonos creer que, no sé, el prota de "Mi nombre es Earl" debería leer a Erich Fromm. Aquí, en la tierra de la gente normal, no se echa a algo o alguien la culpa de la culpa, por la sencilla razón de que es un "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago" clamoroso. Eso sí, yo no he sido.

4 comentarios:

  1. Aunque la culpa o el sentimiento de culpabilidad tienen muy mala prensa, es de justicia reconocer que son indispensables. Una persona a quien no puede imputarse la culpabilidad de sus acciones dañinas es un irresponsable: alguien exento de rendir cuentas de sus actos, debido por lo general a una incapacidad mental.

    En el momento en que alguien rechaza todo sentimiento de culpa, es un candidato importante a liarla parda. Podríamos citar aquí a varios tipejos que, como el Rasputín que dibujó Hugo Pratt en la serie Corto Maltese, también han dicho: “¡He decidido permitírmelo todo!”

    Así pues, la culpa es un elemento indispensable para una convivencia en sociedad mínimamente funcional. Recomiendo a todos la lectura de José Antonio Jáuregui: “El ordenador cerebral” y “Cerebro y emociones” en las que analiza el sentimiento de culpa como uno de los castigos/correctivos más eficientes que nos aplica nuestro ordenador cerebral, y ante el que no cabe escapatoria.

    Otra cosa, Antipático, es, que dado el valor coercitivo de la culpa, haya sido usada y abusada por moralistas de todo tipo, y de aquí la mala prensa fundada en prejuicios anticlericales y similares, que han venido a propiciar el relativismo mal entendido y otras morales indoloras.

    ¿Es judeocristiano el concepto de culpa de nuestra cultura occidental? Pregunta interesante; otros habrá que sepan responderla.

    Me atrevo a decir que la culpa es un concepto más judeo que cristiano. (Véanse el libro del Génesis, y el Pentateuco) El cristianismo no la niega, pero introduce en la religión los conceptos de perdón y redención, que deberíamos aplicar y recordar más a menudo.

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  2. De acuerdo en todo, manteniéndome en lo escrito en la entrada, salvo en que tengamos ningún ordenador cerebral. Más bien se trata poco a poco de que los ordenadores actúen como un cerebro orgánico, que es su modelo y finalidad, y no al revés. Si el Deep blue aquel o como se llamara fue capaz de ganar a Kasparov fue porque es demasiado estúpido para hacer cualesquiera otra cosa que no sea jugar al ajedrez, mientras que Kasparov también sabe ducharse y hacer política, entre un billón de cosas más. La cibernética, en este aspecto, está totalmente en pañales.

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  3. Siento haberme explicado mal. El "ordenador cerebral" al que se refiere Jauregui no es más que un modelo teórico para explicar el funcionamiento del cerebro. Consta de un hardware o soporte físico y de un software o programas. Entre los distintos programas soportados hay algunos que son naturales (innatos) y otros culturales (aprendidos).

    Cito unos párrafos que he copiado de internet:

    "Para Jáuregui, el cerebro es un ordenador complejísimo programado para informar al individuo con la precisión de un reloj suizo acerca de qué debe hacer o evitar para que se mantenga su cuerpo y también su sociedad a través del servicio de correos de los sentimientos. El sistema emocional es el ingenioso medio de gobierno del organismo humano; determina cuándo y cómo actuar, a partir de unas leyes biológicas rígidas y unos programas grabados de origen natural o cultural.

    Las sensaciones gratas o ingratas serían, para Jaúregui, un implacable sistema de información que instruye el comportamiento corporal y social. «Creo -concluye Jáuregui- que el ordenador cerebral está regido por una ley genética que no admite excepciones ni tolera infracciones: la ley emocional del ganador y el perdedor. El ordenador cerebral dirigido por esta ley paga puntualmente un placer especial al que gana el juego que fuere y penaliza al perdedor».
    «El ordenador cerebral -explica Jáuregui- no siente ni puede sentir nada. Solamente el sujeto puede hacerlo. Sin embargo, genera las emociones sin que el individuo pueda hacer nada para evitarlo. En otras palabras, sólo el sujeto siente, aunque siente sólo aquello que su ordenador cerebral decide inconsciente y automáticamente en cada momento de su vida. Los sentimientos serían los mensajes que el propio cerebro lanzaría a través de los diez billones de sinapsis neuronales que existen en el cerebro y que constituyen el conjunto de las conexiones eléctricas del ordenador cerebral». El sistema emocional que gobierna este preciso ordenador sería un ingenioso sistema de información genéticamente instalado, automático, independiente, rígido y matemáticamente preciso: la inteligencia."

    Fin de la cita.

    El remordimiento es el sentimiento programado para ser suministrado al sujeto cuando este tiene la culpa de alguna acción que ha puesto en peligro a él mismo, a los suyos, o a su grupo social. Y es un castigo de los más severos que puede aplicar el cerebro.

    De acuerdo también en lo que dices acerca de los ordenadores: Los primeros se llamaban "Cerebros electrónicos." Pero fijate también en que lo que caracteriza, o lo que esperamos, de los ordenadores, es que sean capaces de resolver problemas complejos o de realizar operaciones multitarea simultáneas. Más cerca de un cerebro humano que de la calculadora que inventó Pascal.
    Dales un poco más de tiempo y ya verás...

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  4. Pues si es una metáfora, insisto en que funciona al revés: este hombre analoga el cerebro con una computadora porque no conoce al primero lo suficiente para hacerlo al revés: concebir computadoras como cerebros. Sin embargo, este último debe ser el camino de la cibernética. Y, para colmo, le sale un cerebro calvinista, como no podía ser menos, o sea, que opera con categorías culturales, no tecnológicas.

    Nunca hay que olvidar que el término "información", que suena tan aséptico que serviría para un asesinato de masas, está muy por debajo del sentido de "lenguaje", y, en mi opinión, haría falta un milenio de investigaciones para que un cacharro que dirige cabezas nucleares sea capaz simplemente de forjar él mismo esta expresión de Milton: "un universo de muerte". ¿Cómo se convierte esto en output e input? Que no, que no, que los Punset no nos la dan...

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