martes, 23 de agosto de 2011
Diez minutos con un cineasta barbado
Pues a menudo me cruzaba estas mañanitas con ese rostro interesante de Sócrates sin ironía, coronando un cuerpo gordinflón y enfundado en marrones, y yo pensaba que era mi admirado Gonzalo Suarez, pero Serg me dijo que no, que lo suyo era vivir en Oviedo, así que le prometí preguntar. Esa tarde a las ocho salía del aparcamiento con los niñíos "mayores", uno dormido y otro impaciente por desatarse, y viene hacia mí el digno viejito. Le abordo contándole de las dudas de mi aficionado favorito -que, por cierto, está trabajando un gran guión-, desechadas las cuales, le felicito por Remando... y El detective y la muerte, esta segunda para paliar el posible cansancio de la primera, real, puesto que él prefiere, por lo visto, ser recordado por Don Juan en los infiernos, que confieso no haber visto -aunque omito que no queriendo, que el peloteo aburre, máxime cuando también añado mi asombro adolescente por Rocabruno bate a Ditirambo, prístinamente sincero. Pero ahora sí, llega el hacerme el listo. Me anticipa que publica en septiembre en Alfaguara y Seix-Barral, y le explico mi preferencia por la catalana. Hablamos de cine español, y le resumo mi fea impresión, lamentando además que nadie sepa nada de historia y literatura en tal terreno como él en este ignaro país. También parloteamos acerca de la paternidad, que él crió cuatro, uno de propina como yo. A estas alturas, Roque está hasta la coronilla y a Sabina no hay quién la duerma después de una siestecita, conque nos presentamos en la despedida. Compruebo que, afortunadamente, ni él es Neruda, ni yo de profesión cartero.
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