Esta mujer fue sin duda una bruja, y me causa un cierto mal rollo leerla. Uno sigue sus narraciones hechizado, a sabiendas de que el último secreto de ellas es insondable. E insondable sólo es el mundo mismo, no sus esforzados escribientes. Además, de cuando en cuando se me antoja conservadora, como nostálgica de cuando la vida era más difícil de entender pero más fácil de practicar gracias al retorcido punto de vista de los nobles. No sé, creo que hay algo intencionado en todo el asunto, pero la conozco poco para saber hacia donde. Las mujeres suelen salir moralmente malparadas, y en cambio los hombres parecen amados por la autora, pero puede ser una generalización injusta. Los paisajes que describe conocen el destino del relato, sin embargo permanecen encriptados con todo lujo de detalles. Cierta profundidad romántica, en fin, se insinúa en cada cuento, pero te esquiva incluso en el inevitablemente abrupto final...
Lo que es seguro es que no se parece a nada que yo conozca en el siglo XX, y, bueno, sólo por eso se comprenden las muchas defensas ilustres que tuvo para el Nobel. Ahora: no me hubiese metido en su casa a charlar de cualquier cosa por nada del mundo salvo por ella misma...
domingo, 21 de octubre de 2012
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