Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

viernes, 7 de enero de 2011

La tele: dejad que los niños se acerquen a ella…


Cunde el pánico entre muchas madres ilustradas y por ello asustadizas de que “la caja tonta” embobe, paralice o abduzca a sus vástagos, olvidando su propia educación frente a ese bendito rectángulo que todo lo da sin pedir nada a cambio excepto adoración absoluta, como el propio Dios. ¿Acaso un libro es diferente: menos rectangular, menos embaucador y menos pasivo? ¿Y la música “noble”: es que realmente se “interactúa” con Mozart, apuntándole aquí y allá la armonía? Para “interactuar” como está mandado ya están las wiis, las playstations y demás fábricas de ocio sin salir del hogar, perfeccionándose cada día en su sagrada misión de ahuyentar a la gente de la calle, que está infestada de peligros –entre ellos, el del puesto de trabajo mismo… De modo que si lo que se quiere es que los niños aprendan sin salir de casa, la televisión y sus innúmeros canales (cincuenta y siete y total nada, cantaba Springsteen) resultan la opción más cabal, habida cuenta de que en ellos el mundo real se les suministra ya hecho e interpretado, que es como lo van a encontrar bien desgastado cuando crezcan. ¿Que hay mucha basura? Pero la limpian otros ¿Que la información está tergiversada? De toda la vida ¿Que luego no nos estudian? Conócete a ti misma. Existen pocas dudas de que el futuro pasa por la entera absorción del cuerpo humano por las pantallas, ese fenómeno reciente que sociólogos y demás videntes diplomados llaman ahora emergencia del homo pantalicus, lo cual deja fuera de lugar la nostalgia por cuando los críos se liaban a pedradas, extirpaban las alas a una mosca o trepaban a arriscados árboles. Y es, por otra parte, innegable que hace un siglo un caballero victoriano graduado en Oxford con todos los honores hubiese entregado gustoso su valiosa colección de pipas por ver un partido de polo en el club en vez de leerlo al día siguiente en The Times, conque no nos pongamos estirados y santurrones sin motivo. Los niños necesitan como todos estar al día para luego, si las circunstancias son propicias, llevar la contraria: en ese vital empeño, hasta la instrucción en religiones trasnochadas nos parece altamente necesaria –el chiste: la madre priora se está muriendo y sus monjitas la reconfortan ponderándole las bondades de la próxima cercanía a la casa del Señor; ella responde “¡callad, callad, hijas, que como en casa de una no se está en ninguna parte!” (esta digna señora, por cierto, debe tener ya en la celda la nueva wii…)
En fin, la conclusión inevitable es que los chicos de ahora, como los de antes, hacen bien en demandar su dosis de televisión como actividad extraescolar formativa e integradora. Otra cosa sería hablar de nosotros, los resabiadísimos adultos…

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