Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

martes, 30 de agosto de 2011

Caillou (podrías ser tú...)

No es lo que estáis pensando, ¡guarros!
A mucha gente obligada a ver la tele con su(s) crío(s) le repele, pero a mí sólo me aburre plácidamente. Por pura lógica narrativa y mercantilista no tiene cáncer, no es neo-nazi, no es un bombillo... pero tampoco induce al niño espectador a desear raparse, menos mal. El escenario es naïf, amarillo/rojo o verde/azul, en todo y definitivamente un anti-Bart (que, claro, nos cae bien, pero debe venir después, cuando el principio de realidad esté bien asentado). Repiten su maldito nombre como quince o veinte veces por capítulo, eso no tiene remedio porque da dinero. No obstante, los niños aprenden. Porque al "piedrecita" canadiense este todo el mundo pequeñoburgués le está abierto: el coche de bomberos, la pesca con mosca, un yate clase m(ier)da... y en forma sumamente "especial", como a él le han enseñado a quererlo y pedirlo. Y eso es, al fin y al cabo, lo que irrita a tantos padres, y no tanto la palmaria perfección ñoña del chaval. Que para vivir como viven sus aletargados progenitores, aunque tengan un inverosímil acceso a toda la bienhechora sociedad circundante, apaga y vámonos. O sea, proyectan su menguada rebeldía sobre él, nada más que un tontaina dibujito animado de escasa elaboración. Pero insisto: los niños aprenden infinidad de limitadas situaciones cotidianas que a ellos les maravillan aunque a nosotros nos hastíen. Esos papás, esos vecinos y esos "abus" que apenas tienen nombre, ni vida, ni muda de ropa, ¡si es que no hay derecho! ¡es indecente! ¡robarle el carné de presidente! Pensemos en ellos, hombre, que son el sol que freirá nuestra decadencia...

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