viernes, 17 de diciembre de 2010
Pequeñas y grandes miserias de los grandes y pequeños filósofos: Michel Foucault
Toda un vida académica e intelectual escudriñando las relaciones clandestinas pero inexorables entre el poder y el saber le incapacitaron para verlo venir en toda su crudeza. Pensó que sería otro dispositivo más como ha habido tantos, algo creado por el sistema para aprisionar clínicamente a la comunidad gay. Y así siguió montándoselo fantásticamente, sobre todo en rápidas escapadas a las saunas de San Francisco. Pero el sida era jodidamente real, tanto que lo mató en 1984 cuando contaba con cincuenta y siete años. Un final que podría funcionar como ejemplo por antonomasia de la deformación profesional congénita de los filósofos, consistente confundir su mapa con el territorio. Años antes, Foucault había declarado medio en broma que, bueno, en cualquier caso no hay mejor motivo para morir que el amor de los muchachos.
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