Toda esta "oleada" -tsunami, llegan a llamarla los periódicos fuera de titulares, como si el símil más apropiado fuese natural en vez de digital- verdaderamente increíble de revueltas en el sur del mare nostrum acontecidas en tiempo/record una de las cosas más notorias que viene a mostrar es el agotamiento del discurso filosófico del relativismo cultural. Esas insinuaciones tan divertidas con las que Heródoto escandalizaba a su audiencia, y que los sofistas se tomarían luego tan a pecho, acerca de que cada pueblo posee su código o "tabla" de valor intransferible de manera que ninguno tiene porque ser considerado -más que por razón de fuerza, no por fuerza de la razón- superior, se van estos históricos días inevitablemente a pique. Porque... ¿Qué quieren los manifestantes, aparte del entusiasmo producido por la imitación del vecino? Pues nada más ni nada menos que vivir bien, naturalmente, que es lo que el espectáculo global enseña diariamente a sus fieles espectadores. Otros horizontes más grandiosos han quedado suprimidos por ridículos, conforme a la estética del deseo proveniente del mundo occidental. Así que nada de esas filosofías tan comprensivas ellas que, retoñando en el romanticismo y floreciendo en las antropologías, nos amonestaban que cada cual debe ser respetado en sus cadaunadas y no te metas en las extravagancias ajenas colonialista cultural de mierda. Pues va a ser que no: resulta que los demás, esos bárbaros extraños, no respaldan en bloque y sin fisuras los mitos que les encadenan, sino que más bien están aprendiendo a saltárselos a la torera y a luchar hasta el martirio por sacudírselos de encima de una puta vez, que pesan demasiado sobre los hombros y además para toda la vida.
Lo cual no significa, ojo, que ya tranquilamente podamos establecer el patrón universal definitivo de la conducta humana, necesariamente blanco, protestante y capitalista, pero sí que los hechos han superado por sí mismos el ideario bonista, indignado y filantropizante del multiculturalismo: la tele, apuntalada decisivamente por internet, sencillamente se lo ha cargado. Coreemos todos juntos con una sola voz, cogidos de la mano como en una hucha del Domund, "¡o hedonismo (legalizado) o muerte (ilegítima)!"
[Alguien como J . Habermas señalaría -si no lo ha hecho todavía- que en fenómenos como estos se evidencia que el ser humano ha formado en su historia un interés emancipatorio sobreañadido a los elementales intereses materiales y culturales, o sea, que llevamos ya inscrita la llama de la libertad, que queremos ser autónomos, que vivir bien incluye dignamente, y yo no sé qué pensar sobre esto.]
[Alguien como J . Habermas señalaría -si no lo ha hecho todavía- que en fenómenos como estos se evidencia que el ser humano ha formado en su historia un interés emancipatorio sobreañadido a los elementales intereses materiales y culturales, o sea, que llevamos ya inscrita la llama de la libertad, que queremos ser autónomos, que vivir bien incluye dignamente, y yo no sé qué pensar sobre esto.]
En fin, si alguien se tomó en serio lo de que esos pueblos querían vivir en un ascetismo recalcitrante es porque vivía preso de un gran prejuicio. Ya hace unos años, Goytisolo, al intentar explicar que estaba ocurriendo en Argelia, nos describía este país como un lugar donde se tenía un ideal hedonista.
ResponderEliminar¿Y el hedonismo hoy incluye libertad de expresión y demás?
ResponderEliminarNo, ese es un capítulo aparte. Yo más bien me refería al erotismo, la música, la gastronomía. Lo de la moral de los guardianes (de la revolución o de los que sea) es cosa que no va con el pueblo, al cual también le gustan los placeres. Pero claro, si no hay pelas o libertad, o las dos cosas a la vez, pues mal va la cosa. Yo creo que el hedonista no tiene tiempo ni ganas de ir estropeando la vida a los demás con absurdos preceptos morales.
ResponderEliminar¿Y si ponemos de paradigma de hedonista a Berlusconi?
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