Las servidumbres de la opulencia, II

¡Es cierto, es cierto: he visto un lindo gatito! Ya me habían dicho que los camiones de basura o como el eufemismo los haya rebautizado mezclaban en sus tripas de acero todo lo que los ciudadanitos voluntariosos separamos escrupulosamente en tipos de residuos, y hoy lo he comprobado con mis propios ojos. En una ocasión uno de los mandamases del reciclado en Madrid dio una charla en el Ateneo para contarnos, ¡oh, sorpresa! -gozaba con nuestra estupefacción, por cierto- que el sistema no sirve para nada. Dicen que en otros países sí, sobre todo en Japón. Pero la servidumbre no está en molestarse en coleccionar cubos de diferentes colores y colocar diligentemente cual hormiguitas cada porquería en su sitio, no. Reside más bien en creérnoslo, otro lavado de conciencia para el cual no tenemos, claro, "tacho" en el que desecharlo. Obstaculo impertinente, cantaba Rosendo, y Rita le dedicó una especie de guión de cortometraje de envergadura mitológica que tengo puesto en Textos vecinos, si no recuerdo mal. Que alguien se anime a rodarlo, venga...