jueves, 26 de enero de 2012
Desventuras de un padre mútiple, III
Al llegar la hora, acostar a tres niños pequeños te ahorra las crueldades del método Estivill para arrojarte a nuevos, muy distintos y peculiares fregaos. Rita se lleva al bebé (que, por cierto, me he enterado con gran contento que casualmente cumple los años el mismo día que Dickens) para dormirlo aparte y, si no llora mucho, se puede proceder a intentarlo con los otros. El problema es que los dos quieren que les acompañes en su camita para las despedidas del día, y uno va de una a otra varias veces porque ambos te reclaman constantemente. Al final, si Rita termina pronto con su misión, nos lo repartimos, y, si no, tengo que tumbarme entre las dos camas, cantar para que me sientan o Dios sabe qué. En ocasiones, el proceso se lleva su tiempo. Sin contar con que antes ha habido "cuento", valga la redundancia (a los niños les pirran los cuentos mirados y explicados, no importan cuales). Total: como ellos han echado siesta en el colegio y nosotros no -esto no lo han recortado: ya era así-, el resultado es que hay apenas ningún márgen para uno mismo con su mecanismo. Eppur si muove...