viernes, 3 de febrero de 2012
Ambiente caldeado
No recuerdo el nombre de aquella escritora rusa que rememoraba sus días de hospedaje por invitación gubernamental en un gulag de Siberia. Contaba que por debajo de cincuenta grados bajo cero no salían a trabajar, así que estaban todos pendientes del termómetro. Cuarentaynueve bajo cero, naturalmente, suponía el tajo, donde debían trabajar como cabrones para combatir la helazón. Sabiendo esto, ya podemos quejarnos o no del frio con un cierto fundamento...