Nihilismo identificado con la extinción de toda voluntad, o con el inexorable fracaso de ésta tiene un claro exponente en dicha estupenda película de el imprescindible Sam Mendes, que he visto varias veces (el chico, no sabiendo qué hacer con su vida, la entrega voluntariamente a los marines sólo para descubrir que, ni siquiera apoderándose de su cerebro y su voluntad, pueden dar la satisfacción más elemental a su ansia: devastador y maestro a un mismo tiempo entre buenos momentos cómicos). Por cierto, el argumento general seguramente extraído de la novela El desierto de los tártaros de Buzzati…
sábado, 4 de febrero de 2012
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