miércoles, 28 de julio de 2010
Calígine
Jodido pero contento con el bochornazo reinante, el turisteo giri en estas tierras nos trae a la memoria esas criaturas microscópicas capaces de sobrevivir en entornos de bajísimas o altísimas temperaturas llamadas por los biólogos "termofilas". En efecto, mientras que los aborígenes locales vamos asados por las calles buscando el necesario refrigerio como un tropismo vegetal a la inversa, ellos se calan una gorra en sus rubias cabezas, calzan sandalias en sus pálidos pies y tiran millas tan felices. ¿Acaso es que todo se ve mejor, parece más bonito, luce más y realza la cultura con semejante foco despiadado friendo el mundo visible y sus enhiestos monumentos? Lo ignoramos, pero el caso es que deambulan, comen, beben, fotografían y no paran hasta que se pone el sol, que es cuando nosotros, cual vampiros cañi, aprovechando el calor residual descendemos de nuestros refugios a conquistar esas presas noctámbulas que se ofrecen entusiasmadas e inermes a nuestra devoración que son las terracitas de Dios, que vivan.
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