martes, 20 de julio de 2010
Por misericordia o por cojones
A los pedigüeños que te asaltan por la calle, ya que no vienen a importunar a casa, siempre hay que darles chatarrilla o calderilla generosamente. No cuesta nada, se ganan la vida con ello, y así es el negocio de la toma y daca social. Hay que tener presente que un skin les miraría de arriba abajo como quien ya está viendo el cadáver, y no queremos tener nada en común con esos futboleros, muy españoles de pura raza todos. Por estos pagos hay muchos, pero destaca especialmente una chica delgaducha a la que no le gusta perder el tiempo: te pide como un rayo en caída libre y como un rayo retráctil se va con lo puesto. Fijo que con poco más de lo que la damos, algún guarro de mierda se la beneficiaba antisanitariamente. Pero lo más importante es estas faenas cotidianas es distinguir entre el ruego y la amenaza. Lo primero vale, la combinación de los dos pase, pero lo segundo es inaceptable. Atrácame con riesgo de cárcel o me haré el longuis tranquilamente. Una vez me dijeron aquello de "tío, te lo digo por las buenas porque no me gusta hacerlo por las malas...", y le tome la palabra. Haber venido por las malas porque así ya no me sacas nada. No obstante, la pinta influye mucho, me refiero a la del demandado. A mí me pordiosean pocas veces, y desde luego nadie me llama "señor". De niños, en Moratalaz, vivíamos en el temor por los atracos como los de antes, la bolsa o la vida. Hoy la bolsa va en la tarjeta de crédito, y, si no, en la del Covirán, que es gratis. La Ley y el Orden están de nuestro lado, amigos, no seamos mezquinos.
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