martes, 20 de julio de 2010
Michel Onfray
Definitivamente, así no se escribe filosofía. Una mezcla especiosa de panfleto, aforismo y prosopografía, todo dirigido desde su capricho personal y encaminado hacia la mala leche. Me refiero sobre todo a los tomos de historia de la tradición epicúrea y libertina, que él describe sin ningún rigor académico desde la elección maniquea de una de las dos partes de una polémica que pocas veces existió (de hecho, como tal polémica Onfray sólo escoge sus momentos de violencia unilateral). Es como si hubiese visto Ágora y decidiese emprender su cruzada personal contra el fundamentalismo desde otro flanco -total, tampoco Amenabar sabe bien qué se juega en su película... Pero el error, el gran error, es que para ello emplea una retórica también fundamentalista, como le ocurría a Foucault según Baudrillard (algo así como que emplea el lenguaje de lo que denuncia, dicho brevemente). De manera que uno sale de la lectura sin haber aprendido gran cosa, con los juicios de valor ya hechos, y en vez de gozoso del gozo, cabreado de su inmemorial ninguneo. Eso, claro, si se deja convencer. Si no, mejor recordar a Clemenceau cuando decía aquello famoso de "ponga vd. los sustantivos que de los adjetivos ya me encargo yo". En resumen, literatura secundaria de divulgación, no la recuperación de una tradición silenciada.
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O sea, más o menos como el Savater pero con un plan preestablecido y menos uso de la ironía y los puntos suspensivos.
ResponderEliminarEs complicado rehacer una tradición filosófica si, tal como dice Onfray, fue sistemáticamente destruida por el bando que durante un montón de siglos se opuso al pensamiento; no a una u otra escuela o tradición, sino al pensamiento. Onfray intenta recomponer esta tradición a partir de vestigios. Tampoco creo que el filósofo francés pretenda hacer una filosofía: el género es Historia de la Filosofía.
ResponderEliminarTampoco hay por que rechazar el panfleto. Es una herramienta útil para la transmisión de ideas. El antipático, que vive en un contexto, geográfico e histórico, de opulencia, olvida que el ejercicio del pensamiento, sea flaco o fuerte, no se ejerce con libertad en muchas partes del mundo, y esto a menudo es así a causa de las religiones. Luego vemos que la religión no es la única circunstancia que interfiere en el desarrollo de la filosofía; en efecto, esta disciplina no es mucho más popular ahora que en la España gris de la dictadura. La libertad no hizo que la gente abrazara masivamente las teorías filosóficas, como probablemente tampoco una actitud más abierta de la Iglesia en otros tiempos habría popularizado las filosofías libertinas. Pero resulta absurdo negar el papel represor de la religión, ¿la Inquisición es uno de esos momentos de violencia unilateral? Pues fue duradera. Tal vez esos capítulos exijan el tono de Onfray. No es el único, Goytisolo también denuncia los siglos de oscurantismo a que la Iglesia condenó a España y reclama desde la tradición filsófica árabe, ¡que incluye incluso episodios de ateismo!, hasta el silenciamiento de autores como Blanco White.
A mí desde luego sí me parece buena literatura de divulgación, hecha no desde la frialdad quirúrgica, sino desde el apasionamiento hedonista, el cual, para mí, no está ligado a la mala leche.