Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La falacia de los cinco sentidos

"La percepción, en su conjunto, tiene su verdadera razón de ser en la tendencia del cuerpo a moverse." Materia y memoria, Henri Bergson.

¿De verdad de la buena que los organismos llamados “superiores” estamos dotados, como se dice siempre, de cinco sentidos, cinco? ¿Sería correcto, así, afirmar que siento venir un estornudo, o noto acidez de estómago, o sé que me duele la rodilla a través de el tacto? ¿Es la música “el más bello de los ruidos”, como opinaba Napoleón Bonaparte? ¿Miro un charco de sangre y veo lo mismo que un cazador, un cirujano o un policía? ¿Usa del mismo sentido del gusto el perro cuando devora un filete que cuando roe un zapato? ¿Comparto la pituitaria de un cocainómano, o de un tiburón...?

Parece que olfato, gusto y oído son los sentidos menos problemáticos, más unidimensionales, pero no es así. Los denominamos “sentidos” porque a través de (como ya subrayaba antes) ellos se siente, sin duda, un mundo externo de objetos desde un interior opaco para los demás –y la prueba es que si el órgano correspondiente se daña, adiós, hecho del cual el prójimo no tiene manera de tener noticia precisamente sensorial. Sin embargo, si huelo pudrición, todo mi ser se retrae, si como con hambre, toda mi existencia reverdece, si oigo un avión, oigo también el viaje… Martín Heidegger escribía en algún lugar de Sendas perdidas que las cosas están mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos. Los sentidos, sean cuales y cuántos sean, no nos “informan” de ellas como según el modelo computacional de la mente que funciona desde Platón se sostiene. Cuando al arreglar el casquillo de una bombilla me sacude un calambrazo de 240 voltios no hay un sentido que, como una interfaz, transmite a mi cerebro que debo retirar la mano o mi salud se resentirá gravemente. Lo que sucede entonces, más bien, es que todo lo que soy entra en colapso, salvo una parte vigilante de mí que suelta el casquillo por acción refleja. Es decir, no “recibo el dato” de la electrocución, como quien recibe la factura de la luz: sufro la electrocución como un estremecimiento que recorre todo mi mundo, soy traspasado enteramente de dolor, miedo y una intensa alarma biológica, por así decirlo. Ortega y Gasset tradujo del alemán ese término que hoy empleamos con toda naturalidad, vivencia, y en los medios de comunicación preguntan ya automáticamente -y por echarle drama- por cómo “hemos vivido” esto o lo otro (un terremoto, un suceso político…) Los sentidos no son canales de comunicación del cerebro con su afuera absoluto, son el entorno mismo de nuestras vivencias, sin el cual no somos nada –sin el cual, nuestro cuerpo equivale al de un cadáver y nuestra vida a la de un muerto…

Por tanto, en mi opinión, y salvo egregias excepciones, la filosofía occidental -y probablemente también la oriental- ha interpretado erróneamente el papel de los sentidos, degradándolos a favor de un concepto de espíritu que prescindiendo de ellos no es más que la sombra de una mente (por cierto que resulta siempre imposible imaginar el espíritu, mientras que es fácil denunciar la carne, al igual que clérigos y poetas pintan los horrores del infierno, pero jamás las delicias del cielo). Una mente, si de ella se puede hablar por separado, actúa, actúa incesantemente en ese entorno que le proporcionan los sentidos. Los sentidos son el ser-ahí (el dasein, justamente) de la entidad viva, aperturas de una existencia al mundo en el cual está. Eso fue lo que Aristóteles seguramente quiso decir con que “la psyché es, en cierto modo, todas las cosas”, puesto que el mundo es incorporado a nuestra vida gracias a los sentidos. Volviendo a Bergson, en fin, "los objetos que rodean mi cuerpo reflejan la acción posible de mi cuerpo sobre ellos", lo cual, creo, acaba con un malentendido histórico al que todavía recurren ingenuamente tantos –neurólogos, programadores, cognitivistas…- que quieren fabricar máquinas que obren como mentes para así mejor manipular mentes como si fueran máquinas.

1 comentario:

  1. Hola, me gusta mucho el blog y me gustaría enviar un cuento. ¿de qué modo puedo hacerlo? saludos

    ResponderEliminar