martes, 22 de junio de 2010
Música sacra, I
EDUARDO VERDÚ, El 'heavy' 'is back'
Los heavies dirán que nunca murió pero, en realidad, se murió el heavy. Al menos se apagó como cultura urbana destacable. En España vivió su apogeo en los años ochenta, pero a principios de la década siguiente los chicos malos empezaron a profesar elgrunge y a desaparecer de los bancos de los parques y las farolas fundidas donde habían anidado con sus chupas de cuero, sus pantalones pitillo y su pelo cardado. Durante los últimos veinte años los heavies visibles se han convertido en una tribu minoritaria, en un reducido grupo de personas con gafas y alopecia en sus cabelleras, vestidos con camisetas negras y reivindicando un momento fulminado.
Ser heavy es como ser del Atleti: a pesar de la incomprensión ajena e incluso propia al culto, la fidelidad es eterna. Los heavies de los ochenta tuvieron dos destinos. Algunos permanecieron inalterables, casados con su música y su estética. A pesar de que los conciertos se redujeron y su peso en la sociedad y en el panorama musical decreció, ellos no traicionaron a sus creencias musicales. Siguieron llevando el pelo largo y los colgantes de calavera, tocando guitarras de aire en las fiestas, agitando la testuz al ritmo de los riffs de guitarra, pintándose las uñas de negro y tatuando con un bic la cazadora vaquera. Era conmovedor y, a la vez, algo patético observar a esa tribu en decadencia resistiéndose a morir, haciéndose fuerte en sus atuendos estrechos y sus discos histriónicos. En pie todavía, ya no contra el sistema, ni siquiera contra el mundo, sino contra el paso del tiempo.El punk, nada más nacer, se concibió como un movimiento efímero. Sus protagonistas y sus fieles sabían que no podía durar el grito de protesta, no aguantarían las cuerdas vocales ni la paciencia de los vecinos y la policía. El punk fue una pataleta rebelde que consistía simplemente en ir contra todo. Dejaron su huella y prácticamente se esfumaron. Sin embargo, losheavies poseían unas convicciones más serenas y profundas, su anarquismo no era tan caótico y destructivo. Los heavies se disolvieron en los años noventa, se acalló su música y su presencia, pero las guitarras eléctricas siguieron vibrando en sus corazones.
Otro grupo de heavies, sin embargo, abandonó el uniforme metal, dejó de alzar la mano con el signo de los cuernos cada vez que oía una guitarra distorsionada, se alisó el pelo, se lo cortó y se camufló entre la multitud como si fuera uno más. Sí, se camufló porque la gran virtud de estos fans, incluso de los que aparentemente rompieron filas, es que nunca dejaron de considerarse parte de la estirpe. Pocos heavies de los ochenta dicen hoy: "Yo era heavy", sino que, aun dirigiendo departamentos de venta y familias numerosas, continúan proclamando con orgullo: "Soy heavy".
La devoción y la entrega incondicional hacia este estilo de música son incomparables con ningún otro. El año pasado la revista Metal Hammer publicaba una petición formal para que el Estado británico reconociese al heavy como una religión. A través de Facebook más de 10.000 metaleros apoyaron la iniciativa. Puede sonar a locura pero lo realmente increíble es que la tercera religión con más devotos en el Reino Unido después del cristianismo, el islamismo y el hinduismo, sea la adoración a los Jedi. El culto al linaje inventado en La guerra de las galaxias tuvo que ser admitido como religión al ser demandado por 350.000 "creyentes".
La música de los años ochenta, tras 20 años vilipendiada (el tiempo que ha de penar un estilo hasta ser redimido), está regresando. Pero lo más sorprendente de todo no es contemplar cómo con el come back del heavy reviven los metaleros de hace 20 años, sino cómo se está creando una nueva generación de apasionados del viejo rock duro. En Madrid comienzan a verse grupos de chicos y chicas adolescentes con una indumentaria heavy como la de los años ochenta. Chavales que nacieron en el apogeo de esta clase de música. Hoy esta ciudad especialmente abierta a las tendencias y subculturas juveniles no solo está coloreada de nuevas tribus urbanas como los emo, los floggers, los dark góticos, las lolitas, los otakus o los neohippies, sino que regresa un grupo tal cual se creó hace dos décadas. No es una nueva versión de los heavies, es la vieja "secta" musical reencarnada hoy en jóvenes que vuelven a desafinar al unísono y con los ojos cerrados mientras sienten que nunca nada les cambiará.
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