Venía yo pensando esta mañana de hacer en una entradita de estas diversas consideraciones antipáticas sobre el jevi como música sacra cuando me he encontrado el articulillo que nos precede aquí, y que es realmente ameno y agudo. Pero mis chorra-reflexiones, aunque finalmente convergentes, arrancaban de otros reinos muy distintos, concretamente aquellos que dicen no ser de este mundo. Todo comenzó porque vi un par de curas (iban en yunta, como se dice en lunfardo de los guardias civiles de allí, quizá por eso de de que uno sabe leer y el otro escribir) paseando hacia alguna parte (pues tales cuervos no picotean por picotear, he pensado al instante), y entonces me he acordado de Georg Simmel, quien hace décadas ya escribía que las ciudades modernas son el entorno más contrario a la presencia pública y notoria de sotanas, a las que alejan con anticuerpos de laicidad transeúnte. Permanecen, en efecto, atrincheradas en sus guaridas de piedra y mármol, "bienes de la iglesia" que ningún Mendizabal parece querer desamortizar hoy, bonito chollo. El caso es que existen también otras "sotanas" inconfundibles, negras pero coloridas en su centro, que son las de la secta de los jevis, esas almas benditas de Satán. Cierto es que ya sólo los vemos en los institutos de enseñanza los que trabajamos allí, pero este columnista adjunto dice que vuelven. Bien. Y que se quieren hacer religión. Peor para ellos, pero bien. Y he aquí nuestra idea originaria: ¿qué otra corriente musical sino el jevi representa la única tendencia de música "sacra" en la profanidad de la producción de los sonidos contemporáneos? Ángeles, infierno, eternidad, amor, diablo, no-muerte... son sus temas de inspiración habituales, machacona y recurrentemente. Normal que se sientan religión, aunque nos parezca dispensable su oficialización. En general -y es muy difícil no acertar- los jevosos son espíritus mansos, y las señoras no tienen razón para asustarse. Eso sí: veneran un estilo de música que no practica la autocompasión, sino el éxtasis trascendente, la energía como summum de la materia. Ser jevi no se elige del todo, depende de que uno crezca flacucho y feote en ellos, rellenita y feota en ellas. Pero gracias a su afición lo llevan bien, no se meten con nadie ni hacen proselitismo. Otto, el conductor del autobús escolar de Los Simpson, está muy bien captado en los pocos episodios que se le dedican. En fin, que hagan lo que quieran en esas tierras de Albión, pero por estas sudeuropas nos quedamos con su alternativa al gregoriano, los motetes, las misas, los magnificat y los ofertorios. Dios suena más luciferino, sin importunar a nadie.
martes, 22 de junio de 2010
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