miércoles, 2 de junio de 2010
Todo es nada
A propósito del llamado "pirateo" Miguel G. comentaba la aceleración impresa a las costumbres por la tecnología. Yo no veo tantas posibilidades abiertas, veo por ahora a las pasadas cerrándose. Si puedo oir cualquier canción en spotify, si puedo leer cualquier libro en e-book o si puedo viajar a cualquier región del mundo con sus resorts y momumentos de obligada visita, entonces ya no quiero oir, ni leer ni mover el culo nada y para nada. Es una experiencia diaria, que debería producirnos desazón. Suena por casualidad cierto temita por la radio del coche y lo flipas; lo buscas luego en interné para repetir el inesperado gustillo y te aburres. Ya no puedo sentirme identificado con cosa alguna cuando puedo tener -potencialmente- todas. En nuestra sociedades, uno ya es sólo sus gustos, y vivir es tunearse la vida. Lo cual es imposible cuando la ornamentación de la misma tiene tantos logos que no hay diferencias entre unos mosaicos de logos u otros: ninguno esboza una figura distintiva. ¿Cómo sentirme este en vez de aquel, si ya nadie está en el secreto de nada, y todos "comparten los mismos archivos"? No sólo el romanticismo cae con el vértigo de este infinito, sino también las ganas de ponerse al día a fin de hacernos nuestro repertorio. La cultura del libre acceso es la cultura de la banalidad y el ennui, y el futuro de la estética servida por la tecnología pasa por alguna forma de reedición de las restricciones pretéritas -"no apto para todos los públicos", "el turrón más caro del mundo", etc. Y, si no, al tiempo...
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