Que si hay que hacerlo, se hace, pero si se puede evitar, tampoco pasa nada. Me refiero a esa moda que desde hace ya algunos años se estila entre la gente enrrollada de nuestra generación -los albañiles, creo, no se apuntan, pero los adolescentes, a lo que tengo visto, tampoco- de sustituir el tradicional darse la mano entre los tíos por besarse levemente en ambas mejillas (o lo que es más confundente: un poco de las dos cosas en desconcertante maridaje). Primero que raspa un poco, y luego que se hace raro, para qué nos vamos a engañar. Desde luego que aquello de "chocar esos cinco" resulta algo anacrónico, dado que las armas que pudiesemos portar ya no se empuñan tan visiblemente. Y por descontado que besuquearse no hace daño a nadie, e incluso implica tal vez un rasgo civilizatorio que quién sabe si ya se empleaba como salutación en el mundo antiguo. No obstante... ¡no obstante! ¿Qué verdadera necesidad hay de ello? ¿Es que no es suficientemente tonto catar mejilla de hembra cualesquiera? ¿Es que somos rusos, nosotros? ¿O acaso es que nos importa lo más mínimo que el colega de turno use after-shave, colonia o perfume? Y sí, confesamos de antemano nuestra ligera homofobia y hasta metrosexualfobia, en el sentido etimológico literal del término: nos produce cierto temorcillo, que no en absoluto odio (y no nos vengan con que ese temor lo es hacia nuestro propio deseo reprimido, discurso tan ridículo como cansino: en realidad, según eso también somos gerontófilos, puesto que fingiríamos preferir piel de bebé a la de señora mayor). Por todo ello, lanzaremos la mano siempre a ver qué pasa, y si hay que besar también, que nos pille todas las veces por sorpresa, o, para los más sensibles -que no anticuados: ya he mencionado que la chavalada ni tiene en cuenta la posibilidad del ósculo masculino, quizá por la alusiva sonoridad del vocablo...-, rápidamente abrazo de emergencia y palmaditas en la espalda de viril reconocimiento. Ahí queda eso, amigos mal afeitados, y besos...
miércoles, 8 de septiembre de 2010
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No sé si se debe al adulterado liberalismo en contra del sexismo, o a un batiburrillo de ideas sin cimientos que exterminan el sentido común.
ResponderEliminarNo soy tradicionalista en cuanto a ideas y pensamientos, pero basta ya de novedades o modernidades sin sentido que solo son gilipolleces para intentar sentirse más sociables o amigables. Tanto besuqueo aprendido del mismo Judas; pues cuando nos damos la vuelta grandes hordas de críticas inconstructivas caen sobre nosotros.
Saludos
¿Qué acaece? ¿Los comentarios ya no osn respondidos?
ResponderEliminarSaludos
Los correctos no siempre. Es que estaba leyendo lo tuyo del adiestrador de perros que nunca ha sido profesor de secundaria...
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