miércoles, 22 de septiembre de 2010
Otoño en Madrid en 2010
Sesenta años desde el título casi homónimo de Juan Benet. "¡Como pasa el tiempo!", dice la gente, cuando lo que pasan son las cosas, y el tiempo se limita a dar más de sí, siempre, sin termino, como una fuente que se alimentase de la fuerza del agua caída para volver a lanzarla. La máquina del movimiento perpétuo: tuvieron que resultar infructuosos los intentos de fabricarla en una porción aislada del universo, puesto que lo es todo él, natura naturans. Claro que hay físicos privilegiados que, libres de las cadenas del laboratorio, escriben libros donde especulan acerca del Big Crunch, última edición secularizada del fin de los tiempos católico. Chorradas. Si el cosmos tiene su otoño, también tendrá su invierno y a este le seguirá una primavera, es de cajón. Y, mientras, en Madrid a los sin-techo la Botella les califica de "estorbos", que lo son, si lo que se quiere es ofrecer al turista una capital impoluta. Pero cualquiera que haya viajado un poco por el resto de Europa sabe que Madrid es la menos presentable de las capitales, y eso que mira si hay ciudades sucias y abandonadas en Portugal o Italia, por ejemplo. Ya Jesús Gil, ese sapo pestilente por muchas otras razones, usaba de su gestapo policial para expulsar a los mendigos de Marbella, como quien se rasca las pieles muertas. ¿Necesita Madrid un peeling? ¿el otoño no exfolia lo suficiente? ¡Pues que empiecen por arriba, carajo!
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