Hasta esto está mejor (menos para el pingüino) |
martes, 28 de septiembre de 2010
Odio las barbacoas
Tanto como Jorge Martínez decía odiar los pasodobles. Llega un momento de tu vida en que los colegas tienen casas en la sierra, ellos y tú teneis hijos y todos en común tenemos ya poco apasionante que hablar. Entonces se celebra una "barbacoa", con ocasión de lo que sea -o con ocasión de que al anfitrión se la han regalado inevitablemente. Entras y hay veinte niños corriendo en todas direcciones, diez divorciadas más unidas y defendidas que una formación en "tortuga" de la legión romana, sus ex- o los ex- de otras descamisados, barbados y con chancletas de uña en ristre en desfallecida actitud de caza, unas cuantas chuletas, salchichas y morcillas que tardarán horas en estar semi-comestibles, y, menos da una piedra, cervezas templadas en un bidón con trozos de hielo. Tí@: te has hecho mayor. Pero... ¿realmente hacía falta regodearse en ello? Si tu respuesta es "no", sal del jardín y métete en la casa en busca de las bebidas espirituosas caras, coge un libro o ponte la tele y permanece a resguardo hasta que pase el temporal. Casi seguro que sólo te has perdido unos cuantos comentarios de trabajo o de comparación de precios -graves y serios asuntos que, para colmo, tienen escaso remedio.
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je je. qué cierto. viva el guijky!!
ResponderEliminar(emborracharse con cerveza a estas alturas resulta casi imposible. el estómago se rinde antes)
idéntico
Bueno, supongo que depende de la rápidez...
ResponderEliminarLa solución es fácil...un@ se puede socializar de muchas formas...incluso puede elegir entre ir o no ir a las dichosas "barbacoas"...idem con tener o no tener hijos...idem con lo de "tener poco apasionante que hablar" (sic)...idem con lo de hacerse mayor...
ResponderEliminar"si uno es huevón, es huevón" Brassens dixit
muy buena cinturita para la filosofía y mucho déficit en las habilidades sociales [nobody is perfect]
ResponderEliminarcuántos de los veinte niños que corrían eran tuyos?
cuántas de las diez divorciadas?
Soy huevón, lo confieso, por eso mis habilidades sociales acaban cuando empiezan las tareas inútiles (fingir asar carne como los cavernícolas, ¡uf!).
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