lunes, 19 de marzo de 2012
Comulgar con el e-book
De entrada el e-book, sea de la marca que fuere, parece una chocolatina de Wonka. Pero no se abre, se ilumina, como la gameboy. Luego examinas los muchos textos que contiene, y te acuerdas de Asimov, siempre que hayas leído antes a Asimov en papel, claro. Mucho diccionario enciclopédico y demás. Novelas para parar un tren. Ensayo y libros informativos, nada. Mami qué será lo que tiene el cue-e-ntooo. Y sí, es perfecto para leer en la cama o en el metro, pero imagina que lo pierdes. Acabas con una biblioteca de un golpe, como cuando muere un anciano en África. También es ideal lo de subrayar, copiar pasajes o tomar notas sin tocar la prosa. Pero en este caso perderlo es ya como para matar al fabricante. Supongo que serán posibles las copias de seguridad. Lucía Etxebarría dice que ya no publica más, si van a piratearla masivamente. Ya será menos. Tendremos que refugiarnos en los clásicos muertos, qué se le va a hacer. En todo caso, como le decía a una amiga, si llamasen a nuestra puerta para ofrecernos un flamante e-book, ecológico, que no ocupa espacio y demás, a cambio de aliviarnos de toda nuestra vieja biblioteca de papel, en nueve de cada diez casos se irían con las manos vacías. Llamádnos feticistas...
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