Vivir junto a una curva en la autopista
mi blando corazón ha endurecido;
no hay noche sin que un coche distraído
o choque o bien se salga de la pista.
Y no es que la piedad en mí no exista
si ruego a Dios mejor muerto que herido;
el vivo entre los hierros retorcido
a gritos clama al cielo que lo asista.
De histéricas sirenas el pitido
no existe sueño humano que resista;
de envidia me consumo al fallecido,
que el sueño indefinido reconquista,
pues toda vez que alcanzo estar dormido
el ruido hace mi sueño que desista.