jueves, 18 de marzo de 2010
La verguenza ajena
Otro sentimiento íntegramente humano, que difícilmente podría darse entre los animales. Caritativamente quieres que el otro pare, que borre lo que ha hecho, que nadie se acuerde, o que haga algún gesto de que él tampoco se siente muy identificado con ello. Que sea humano no significa que abunde siempre en la misma medida: el capitalismo avanzado tiende a eliminarlo halla donde pueda aparecer. Nos dice y nos repite de mil maneras que hay que darse entero, que no hay motivo para ocultarse, que cada uno es como es y somos libres de exhibirlo -incluso en la entrevista de trabajo. De hecho, cuando alguién hace el ridículo en los medios, suena la caja registradora. La ironía está, así, desplazada, aplicándose sobre Margaret Dumondt antes que sobre Groucho Marx. Pero, claro, es que ahora los Margaret Dumondt reales son la minoría, mientras que en tiempos de Groucho Marx proliferaban. No obstante, se dan inflexiones sobre inflexiones: guárdate hoy algo de tí mismo en el show desde donde juzgar el límite de lo que enseñas y también gustarás por ello en contraste. De ahí el éxito nocturno de Buenafuente, por ejemplo. El justo medio, el justo medio...: nunca se ha ofrecido una clave mejor para conducirse en esa sopa sobre-salada que llamamos vida, sea cual sea el siglo que nos haya tocado sorber.
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