Anti-ágora

Llega el momento de demostrar al mundo todo lo católicos que nuestros compatriotas pueden llegar a ser. Pese a todo, pese a cuarenta años de alianza inquebrantable con el régimen y pese a una educación dirigida que ha jibarizado varias generaciones. Ratzinger debería girar su dolorida cabeza (la tiara esa debe pesar lo suyo) hacia España y sonreír complacido: la reserva espiritual de Occidente. Desde Roma deben oírse los tambores. Y desde la luna podrán verse manchas negras de una rugosidad picuda en varias zonas de la península. René Girard escribió un libro muy interesante para estudiar en estas fechas: La violencia y lo sagrado, en Anagrama. Viene a decirse que el cristianismo originario rompió esta relación inmemorial, ofreciendo un mensaje de amor allí donde siempre la religión había amenazado crueldad. Sin embargo, mirando alrededor cabe dudar de tal diagnóstico. Se pasean los cristos y los cirios como una venganza contra sus asesinos específicos y genéricos, lo cual por mágica extensión incluye al propio penitente. ¿Os imagináis lo mismo respecto de un personaje histórico inmediato, tipo J.F.K, Isaac Rabín o Gandhi? Se armaría la marimorena. Por tanto, se trata de algo simbólico, ya lo sabíamos, y algo sentimental, ya nos lo muestran, folklore "de corral" en el mundo de las telecomunicaciones, como el fútbol. Y en el mismo desdichado país, qué casualidad.