martes, 9 de noviembre de 2010
Ciclogénesis y pena en la fiesta de la Almudena
Llego media hora antes al trabajo porque no hay tráfico hacia las afueras. Ni desde la afueras: no hay tráfico. La gente de la capital durmiendo a pierna suelta como si no hubiese crisis, pecado y dolor en el mundo. El amanecer es la escala de grises que dicen los cursis para refutar al maniqueo tonto, y el maniqueo tonto sale hoy por la radio declarando que se arrepiente de la guerra de Irak y que cada vez que piensa en la ausencia de armas de destrucción masiva le entran nauseas. O ha vuelto a la botella, o el partido se lo pide, o su mentor espiritual se lo recomienda o, seguramente, todo a la vez: yes, he can´t. Llueve lo justo para ir pisando huevos por la carretera pero no tanto como para dar lugar a una canción. El Pirata no es lo mismo que el Oldie, pero ambos son mejor que la Ser ganando siempre esos premios que se otorgan entre ellos. No me he afeitado, aún teniendo tiempo, lo que aumenta la sensación orgánica de Mad max cuarentón y abandonado, o de saharaui preguntándose por el futuro. ¿Será un regalo del Santo Padre por la regresión al virulento anticlericalismo de la antaño Reserva Espiritual de Occidente? Me voy a desayunar, cabrones centralistas, y para cuando os levantéis ya estaré comiendo, el rancho de un día por el trabajo de un día. "Mañana cerrada", que se titulaba el poema de un ex-amigo... Pues eso.
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