sábado, 27 de noviembre de 2010
Selva de noviembre, Alberto de Frutos Dávalos, Facultad de Filología, Premio Blas de Otero
Parece que me ha sido destinado el mes adecuado para leer este mirífico poemario. Pero no la ocasión: febrilmente en una sala de espera del ala de urgencias de un hospital -nada grave, espero-, y de un mareante y vertiginoso tirón. La falta de genio combinada con las demasiadas lecturas me hacen vulnerable a las comparaciones: creo que el autor, amiguete, versifica un amor más complicado de seguir que el de Neruda, pero también más profundo y sincero. Lo que tiene de surrealista torrencial queda contenido por una unidad de forma y leiv-motivs que recuerda más al Dylan Thomas programático del Manifiesto poético, donde Breton es disciplinado en gran medida. La verdad es que no entiendo qué puede hacerle a uno poeta en el s. XXI, pero si se es bueno, hemos de atenderle. Salvo en un caso: barrunto no dejárselo ni mirar a Rita, no vaya ser que envidie secretamente a S. L... ¿Qué será de ella, por cierto? (se me perdone esta incursión al otro lado del sueño: cotilla importuno que es uno).
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