miércoles, 13 de enero de 2010
"Hablamos demasiado": la filmografía de E. Rohmer
La máxima entrecomillada del título, claro, es de filósofo, que nunca han podido aceptar la exhibición del carácter humano en estado natural. Rohmer, en cambio, nos daba a las criaturillas humanas todo el cuartelillo del mundo, sin pararse en mostrarnos -e incluso regodeándose pecaminosamente en ello- cuán a menudo somos triviales, pelmazos y, casi siempre, "falsos", como dicen los adolescentes a partir de los realitys. Yo estoy más del lado de Spinoza, y esas películas de gentecilla que vive en un eterno domingo (como se decía de los personajes de Henry James) sin más afan que hacerse desear por otros me resultaban cargantes. Mis antipatías en este caso iban más por ese lado moralizante que por el estético que hacía decir a Gene Hackman en La noche se mueve que ver una de Rohmer es como observar cómo crece la hierba. De manera que mi gusto en verlas era inversamente proporcional al que tenía el director en hacerlas, de lo cual me alegro más por él que por mí. Se lo pasaba de miedo, no hay duda, como tanto espectador enamorado de esa cierta gracia y delicadeza de contar las cosas que no importan que no se ha ido con él, sino que algo como la nouvelle vague siempre puede volver como reacción al anquilosamiento del cine. Eso sí, a quien le parezca que representa mucho más que esa posible reacción a la contra que me lo vaya explicando despacito...
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Pues a mi siempre me pareció el más filosófico de los directores de la Nouvelle, con tanta cita de Pascal…además era imposible no tenerle cariño a ese viejo católico-hegeliano que hacia pelis para los fini-históricos sesenteros discípulos de Kojève, todos convencidos de que la Historia había acabado en la batalla de Jena y ya solo quedaba lo que tu dices, ese eterno “domingo de la vida” en el que -escribía Hegel- “todo es nivelado y todo es bueno. Quien vive en esos días difícilmente puede ser malo”. Creo que al final de su carrera comprendió que habíamos pasado todos del “buenos días tristeza” al “buenos días, terror” y por ello sus films se reorientaron cada vez más hacia una recreación historicista del pasado donde buscaba esa “reacción a la contra” de la que hablas. O quizás solo pretendía encontrar de nuevo un tiempo perdido donde fueran posibles los largos paseos en bicicletas y las interminables comidas en la hierba hablando de nada. Infructuosamente, claro. O tal vez no (no voy a ser yo más listo que Rohmer).
ResponderEliminarPues nada se nos ha ido, justo ahora que habíamos cambiado la Nouvelle por dogma, a Gavras por Michael Moore y a Dreyer por Trier (arghhh). Que paren el reiniciado tren de la historia que me apeo…próxima parada, la nueva peli de Gordard “socialisme”. Protagonistas...Alain Badiou y Patti Smith…Lol!
Es que me he sentido identificado en lo de ese hipotético espectador ” enamorado de su gracia y belleza”.Sigh.
Pues tú lo has dicho: demasiado Pascal y demasiado Kojève, lo cual ya lo significa en pequeñas dosis. Desde luego, la historia no ha acabado, pero L. V. Trier sí, domingos de la vida mediante. Y tales domingos... ¿No estaban ya en la cinematografía de, p.e., Renoir, y en las adaptaciones de los cuentos gentiles de Maupassant? Siento la doble pérdida (el filósofo mutante también) y cotillearé atentamete tan interesante perfil como el tuyo, Ericdá.
ResponderEliminarese eterno “domingo de la vida” tiene un tono muy eurocéntrico. Que les cuenten a los países del tercer mundo el "domingo de la vida" de los del primero.
ResponderEliminarHa habido una errata: el del segundo comentario era el antipático, como este. Y sí, Hegel era muy eurocéntrico, qué duda cabe, pero nosotros hablábamos de ficción a sabiendas de que era ficción. Por cierto, Hegel también hablaba del "alma bella"...
ResponderEliminarNo aprecia el Antipático la grandeza de Rohmer, un cineasta lleno de sabiduría, que domina como nadie el lenguaje cinematográfico. El cine de Rohmer se expande en todas las direcciones, pero hace quie todos los elementos constituyan un universo armónico. Dominio del tiempo y el espacio, de los diálogos, del alma humana, de la fotografía, de la luz, el color, los sentimientos. En cada historia suya se reproduce un auténtico universo, y ello se expresa en el hecho de que en cada nuevo visionado uno perciba detalles que en los anteriores visionados habían quedado inadvertidos. Así, cada película suya reproduce una cosmovisión que parece un universo infinito. ¿Los diálogos de su protagonistas son insustanciales? Nada más lejos de la realidad. Es verdad que hay criaturillas risibles, pero sirven de contrapunto a otras más lúcidas. Como el dúo de la profesora de Filosofía y la chica inmadura que aparece en "Cuento de primavera". Las reflexiones de sus personajes son verdaderamente profundas. En "El amor después del mediodía" la amiga del protagonista, un hombre cuyo matrimonio ha entrado en una fase de desvanecimiento, con quien ha estado flirteando infructuosamente toda la película, se despide de él diciendole que todo lo que han vivido durante unos meses lo aprovechará otra. En efecto, será infiel, pero con otra. Cada vivencia como preparación para la siguiente. Otro de los hallazgos narrativos de Rohmer es el uso del punto de vista. Increíble el mecanismo de precisión que construye en "Les Redezvous de París" a propósito de la cita del presunto ladrón con la chica a la que aborda en el mercadillo. Un mecanismo que incorpora el azar, otra constante de su cine. Rohmer no es condescendiente con el espectador, este abandona la sala con un universo de posibilidades en su cabeza. ¿Le robó la cartera a la chica?¿Ella tenía interés en el reencuentro? Una jugada del azar impide que él llegue a tiempo, ella se va pensando que la ausencia demuestra la culpabilidad de él.
ResponderEliminarEl cine de Rohmer deja una huella que a veces es tan profunda que sus ficciones acaban marcando tanto la existencia de uno como los acontecimientos reales, en muchas ocasiones infinitamente más anodinos que los ficticios. ni la realidad ni la ficción aportan por lo general trazos de ese relieve, visiones de esa profundidad.
¿Filosofía? Más allá de las conversaciones sobre Pascal de "Mi noche con Maude", pocos exponen una visión tan rica sobre las relaciones humanas. En sus películas queda claro, que se actúa frente a los demás a partir de hipótesis. En efecto, nunca se tiene certeza de lo que hay en la cabeza del otro. En esto hay una oposición a la corriente dominante en el cine, donde cada expresión se corresponde con un sentimiento nítido y de hay se extraen teorías como esa de que una actor puede decir tod con la mirada. Para Rohmer no, sus personajes pueden tomar o no las decisiones acertadas, pero permanecerán con la duda. Él expone la perspectiva como condicionante en la percepción. El joven de "La mujer del aviador" crea todo un mundo imaginario sobre la mujer que ama a partir de unas observaciones parciales. Demasiado parecido a la vida real, muy opuesto al cine de certezas al que está acostumbrado la mayoría. La película, inscrita en la serie de los cuentos morales, trae a colación otra constante de su cine, las elecciones de carácter moral. No da respuestas, nos deja con la pregunta.