Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

jueves, 14 de enero de 2010

A vueltas con lo mismo: Agustín García Calvo

En una ocasión un servidor tuvo la fortuna de ver a Agustín García Calvo zamparse parsimoniosamente una hamburguesa en la plaza de los cubos de Madrid, solitario y meditabundo. ¡Ese hombre singular, que ha hecho con y mediante la palabra todo lo que oralmente y por escrito se puede hacer, siempre que sea lo suficientemente atípico respecto de la cultura vigente, reponiendo fuerzas en una capillita del dios contra el que lucha con mayor encono, o sea, el dinero travestido en cosas! No había ninguna incoherencia en ese acto, desde luego, puesto que él ha defendido la incoherencia misma en infinidad de lugares, de manera que estaba siendo paradójicamente consecuente con sus más habituales declaraciones. Pero sin duda aquel encuentro tuvo su gracia, sólo superable en encanto por el privilegio que supondría poder vislumbrar aunque sólo sea por un instante la cara que se le debe de poner montado en un coche, suceso que no se puede descartar enteramente en una vida que ya supera la ochentena. Sin embargo, el profesor García Calvo mantiene el formidable aspecto de siempre, como de uniforme hippie: con sus camisas estrafalarias y coloristas anudadas al ombligo, su blanca barba recortada a la moda de Don Pantuflo Zapatilla, sus lentes siempre limpias para cantar sus lecturas y contemplar los partidos de fútbol (donde dicen que descubre una metáfora transparente de los tiempos que corren), sus pantalones pitillo y botas de tacón o sandalias, los brazos en jarras con una pierna adelantada -lo que mis amigos llamaban postura praxitélica-, y eternamente tocado de salud y calma, no obstante su militante rechazo de la medicina institucionalizada, entre muchos otros rechazos clamorosos.

Últimamente, este bizarro paladín del lenguaje vulgar se deja ver y oír un poco más en algunas revistas sofisticadas y páginas web, como antes hiciera durante años en radio, prensa, foros universitarios y garitos cualesquiera, allí donde pudiera compartir su guerra particular -que él dice común- contra todo lo que se pretenda genuinamente real. Al igual que sugiriera en su momento D. Miguel de Unamuno en París, el señor García Calvo exhorta a pensar incesantemente, pero evitando a toda costa dar lugar a ideas, que, según afirma, son siempre las del poder y nunca las del pueblo. Quien no le conozca aún o le conozca poco, puede contemplarle perorar sobre este y muchos otros asuntos afines de un modo íntimo y nada solemne en la cacharrería del Ateneo de Madrid todos los miércoles en torno a las ocho y media de la tarde. El único requisito que se exige para acudir es saber hablar y escuchar en su modalidad más básica, que más que filosofías o filologías lo que este actual Pirrón practica en esa ilustre casa son hechicerías. Mal que le pese, Agustín García Calvo es sin duda una parte viva de la historia de España desde que fue legendariamente expulsado de su cátedra por el régimen franquista al sumarse al levantamiento estudiantil del año sesentaycinco. Desde aquí recomendamos sincera y calurosamente hacerle una pequeña visita antes de que le conviertan -y le convirtamos- de un modo u otro en una olvidada pieza de museo.

2 comentarios:

  1. No es contradictorio que, por un lado, sea bizarro paladín del lenguaje vulgar y, por otro lado, sus escritos solo puedan ser comprendidos por una minoría ilustrada.

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  2. Bien... ya es pieza de museo... lo único que queda por aclarar es quién mira a quién.

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