Escribía Gracián que la paradoja es un monstruo de la verdad. O sea, que es verdad, pero en su dimensión asimétrica, desproporcionada, mal avenida, matrimonial en definitiva. La peña ahora no puede escapar de la realidad, que está muy malita, pero tampoco escapar del escapismo, que les impone fantasía. "Mañana guardo cola en el INEM, pero esta noche leo lo de Crepúsculo", algo así. No hay dios que le ahorre lo del INEM, pero tampoco lo hay que les evite sentirse vampiros en una fila de carne fresca. Se "escapan". Pero son escapistas muy realistas: nunca le morderían el cuello al cincuentón de delante. A la vez, son realistas muy soñadores: saben que no se soportarían a sí mismos siendo unos simples cualquiera. Esto vale también incluso para las hijas de presidente, sobre todo si son un poco -o mucho- cocos (por cierto, que se jodan si no les gusta esta fama en particular, tampoco a los del INEM les gustará perderse lo que ellas tienen reservado por ser vos quien sois).
La publicidad lo repite constantemente: crea tus propias reglas, dicta tu propia realidad, etc. Y los filósofos por su parte: no hay realidad, sólo la construcción social de ella. La combinación son los cyborgs, el manga, Tokio hotel y mucho más, cuya culminación está ahora en la última del mago de las taquillas James Camerón. Todo es irrealidad virtual y puedes llegar a casa después del cine para seguir jugando a lo mismo en la playstation. Muda de una vez de piel y conviértete definitivamente en tu avatar. Yo no pienso verla, me da mal rollo. Esa línea de fuga no la cogeré, y tampoco me esperen en otras: tengo las mías propias, más viejas y duraderas en mi opinión.
miércoles, 6 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario