Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

viernes, 8 de enero de 2010

Raíces y punto de partida

Decía ayer el amigo Marino por e-milio que en este blog unas veces se habla para Schopenhauer y otras para Mortadelo, y tiene toda la razón. De hecho, casi, casi acierta de pleno, porque aunque a Schopenhauer le conozco indirectamente, sí, a Mortadelo y Filemón me los sepo mejor que el padre que les parió. Y es que otra cosa no se puede esperar de quien ha estudiado letras raras: opinará de todo menos de materias mundanas e inteligentes como derecho o economía. No porque no pueda terminar aprendiéndolas si se empeña, sino porque aún cuando las aprendiese con esfuerzo, ya sería tarde para que no hablase de ellas también a lo Schopenhauer o Mortadelo. Una vela a Dios y otra al diablo -cada uno asigne cual es cual-, faltaría más, pero nunca a los ídolos racionales del hombre normal, de los que ni sé ni sabré nunca nada cabal, conque disparataré a capricho (avisaos quedais)...

Eso está claro, no tiene remedio. Pero nos ha traído recuerdos... Bruguera era una editorial de tebeos maldita. El niño que no se diese cuenta de que rezumaba tristeza y mediocridad es que llevaba mucha alegría interior. Todos los guiones eran el mismo repetido (a alguién le toca la lotería pero se equivoca de fecha, etc.), y los dibujos llevaban la marca del látigo. Donde mejor se translucía esta situación de miseria franquista era en la oficina siniestra, que les retrataba a ellos mismos. Y lo único que aprendí de bueno fue que el único regalo posible para un ser humano por reyes o cumpleaños era una bicicleta, la maquina más maravillosa concebida por el hombre -pero que Pantuflo Zapatilla administraba mezquinamente. Ibañez posee una sola virtud: es un currante excepcional. Y una sola gracia: la calva apodíctica de todos los personajes masculinos. Por lo demás, es tan malísimo y tan violentísmo como los de Asterix, y llegó a tener una docena de negros. La luz llegó a Bruguera muy al final, con el trabajo sobrecargado y plastelinoso de Jan, el de Superlópez (que venía de la ilustración aún-más-infantil). Eso, desde luego, era otro mundo: hasta los edificios del fondo estaban bien dibujados -algo dibujados ya sería mucho decir. Los guiones ya son harina de otro costal. Pero viva Jan, por lo que fue.

1 comentario:

  1. Se salvaba también un poco Manolo Vázquez, que era el primero en reirse de la explotación de la mierda editorial. Otros medianamente rescatables eran extranjeros o lo parecían...

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