Deconstruyendo a Darwin -los enigmas de la evolución a la luz de la nueva genética, Javier Sampedro, Drakontos bolsillo, 12 euros. Uno lo ve en una librería y se piensa que es un libro de bolsillo más. Te lo llevas a casa para estar al corriente de las efemérides darwinianas y pronto la divulgación se desgarra en asombro, y el asombro no cesa. Sampedro no sólo es un experto, también piensa, y por ello no desluce el microcosmos de las maravillas naturales desenrrollándolo ante el lector como una vulgata dogmática, sino que va indicándolo como en una pesquisa detectivesca, paso a paso y golpe a golpe, sin escamotear ninguna de sus posibles bifurcaciones. Los pasos y los golpes son las abundantes pruebas que las últimas décadas han aportado de que la biología se ha sacudido ya el inhabilitante complejo de ser la pariente rezagada de la física, para sustituirla seguramente en el trono a no tardar demasiado diga lo que diga -y por lo que dice y como lo dice- el gran Stephen Hawking en sus últimas publicaciones. Y las bifurcaciones que apunta honestamente y con rigor el autor definen a la ciencia misma, que jamás ha progresado remachando certezas indiscutibles. En este caso, es gracias a los prodigiosos avances de la genética contemporánea que el autor nos persuade de que el corsé darwinista se afloja -gradualmente, por supuesto-, puesto que resulta cada vez más innegable que la ciencia biológica aplica esquemas de explicación más flexibles, que el obstinado mecanicismo empobrecedor no le calza bien y, sobre todo, que sus hallazgos -sean conjeturales o sean estadísticos- son mayores y mejores que los de la física y sus secuaces. Merece, pues, cercano seguimiento, y más en este, puesto que nunca nadie se había divertido tanto redescubriendo los secretos de la vida (tanto, tanto, que hasta se atreve a lanzar ideas propias además de nomenclaturas jocosas). Y los libros mismos están para cosas así, no únicamente para poetizar los amores del tendero con la modistilla -o del informático con la diseñadora, tanto da.
domingo, 3 de octubre de 2010
El mito del darwinismo, III: actualidad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La red es vasta, sí, pero también lo es el mundo, y ello no impidió que se encontraran Lennon y McCartney. Ni Lennon con su asesino. Así que puedes añadir mis heces a tu menú.
ResponderEliminarY gracias por tu reseña, es muy acertada.
javier sampedro
No hay reseña, realmente, porque ésta no se puede hacer sin la lectura previa del interesado: demasiados temas y sugestiones para el lego que somos todos los demás. Pero si Lennon se pudo encontrar con Yoko Ono involucionando desde McCartney, Urbilateria podría ser tema de debate para los lectores de periódicos. Amen.
ResponderEliminar