domingo, 31 de octubre de 2010
Amo, luego existo -los filósofos y el amor-, Manuel Cruz, Espasa
Sólo hay un único tipo de lector posible para este libro que se ha erigido con el premio Espasa de ensayo del presente año: aquel que, ojeando el índice, se confiese honestamente a sí mismo no saber nada o casi nada de los grandes nombres del pensamiento occidental que son allí citados, en el doble sentido del verbo “citar”. Pues, en lo que se refiere al amor mismo, éste es convocado al texto exclusivamente como tenue pretexto para hilar daguerrotipos biográficos sobradamente conocidos para el aficionado medio. Es cierto que después el autor añade unos comentarios personales al término de cada capítulo, así como una reflexión final de una extensión mayor, pero nada hay en tales meditaciones epilogales que justifique ni el concreto criterio de selección de filósofos que se ha realizado anteriormente, ni la utilidad que del conocimiento de los mismos se haya podido derivar para alcanzar las conclusiones deseadas. De modo que, en cierto sentido, en vez de un libro tenemos dos, o, si se mira desde otro punto de vista, ninguno, ya que la expectativa que levanta la conjunción “y” del subtítulo apenas se cumple. Recuerda muy directamente a otro libro de producción nacional que se publicó hace ya algunos años acerca de la historia de la amistad, y en el que –además de olvidar clamorosamente a Aristóteles, cometer errores de bulto y parafrasear a discreción-, un mínima discusión sobre la bella relación brillaba por su ausencia. A éste, en cambio, no le premiaron en absoluto, pobre hombre, pese a que se hace evidente precisamente aquí que, en efecto, la amistad debe morar muy por encima del amor u otras formas de trato en lo que a producir galardones se refiere, al menos en nuestro país.
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