Como peces que se escurren en un riachuelo, así las historias que componen La soledad dejó de ser perfecta fluyen a lo largo de estas páginas, advirtiendo de su presencia a un pescador dormido.
El pescador, Alberto de Frutos, abre los ojos, y clava su caña en el agua de los recuerdos, de los propios y de los inventados, hasta bosquejar un bodegón de olores, sabores, sonidos, visiones y caricias, que, por obra y gracia de la literatura, se instalan otra vez en el presente, con la cautela de los presos repatriados.
La infancia como territorio mítico, la madurez como duda insaciable y la vejez como acertijo descifrado son los paisajes por los que transita este melancólico, que tan pronto se enamora de una locuaz Marilyn Monroe, rediviva en un pintalabios, como de una joven enterrada en un humilde cementerio florentino.
La soledad dejó de ser perfecta recupera varios de los mejores relatos de su autor, escritos a partir del año 2001 y reconocidos por algunos de los más prestigiosos certámenes literarios españoles. Tal vez sin pretenderlo, Alberto de Frutos nos presenta aquí la involuntaria biografía de un soñador –él mismo–; y también, cómo no, la biografía de los seres que soñó.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los he leído y doy fe (conste en acta).
ResponderEliminar