miércoles, 20 de octubre de 2010
El nombre del mundo es bosque, Ursula K. Le Guin, Minotauro booket
Podría haber sido la inspiración remota del Avatar ese, pero se ve que han preferido Bailando con lobos (con trasfondo de la teoría de Gaia, que ya utilizó Asimov en el cuarto volúmen de la Fundación, hace la friolera...), como ya la había preferido Tom Cruise en El último samurai, porque así la cosa sale más fonita y espectacular a la vez. Y no es de extrañar: este pequeño relato de ciencia-ficción resulta mucho más duro, no de leer sino de aceptar, aunque ahora estemos hechos a todo. A Heidegger le hubiese gustado, caso de haberse dignado a leerlo, dado que hay cierto juego entre lo que pertenece al lenguaje que estructura un mundo y lo que acontece y lo modifica de punta a cabo. Su ecologismo, pues, es relativo, ya que también se trata del cambio de la relación del hombre con la naturaleza a peor, y no únicamente de equilibrios que se presuponen, como tales, estáticos, como quieren nuestros chicos de la bandera irisada. Muy recomendable, y bien cortita.
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